La Mujer . belleza ...Vino el nuevoí día y un ingenierosuizo, compañerode hotel, se com-prometió á servir-me de cicerone. Nos pusimos en marcha. Nos dirigimos al noroeste y pronto nos hallamosal pie de una montaña, junto á la iglesia llamada deSanto Tomás, á cuyos lados laterales surgen manan-tiales de los que pretas y mulecas se proveen de aguacon que llenan unas bateas donde lavan. Ascendimos dejando á nuestro paso corpulentos yvariados árboles y arbustos. A unos ciento cincuentametros de altura dis-tinguimos una grutade piedra, formada porla Naturaleza. Des-cansamos allí, sabo-reando las ca


La Mujer . belleza ...Vino el nuevoí día y un ingenierosuizo, compañerode hotel, se com-prometió á servir-me de cicerone. Nos pusimos en marcha. Nos dirigimos al noroeste y pronto nos hallamosal pie de una montaña, junto á la iglesia llamada deSanto Tomás, á cuyos lados laterales surgen manan-tiales de los que pretas y mulecas se proveen de aguacon que llenan unas bateas donde lavan. Ascendimos dejando á nuestro paso corpulentos yvariados árboles y arbustos. A unos ciento cincuentametros de altura dis-tinguimos una grutade piedra, formada porla Naturaleza. Des-cansamos allí, sabo-reando las cañas dul-ces que los niii/equinosnos vendían por uncentenar de reis. Seguimos en nues-tra ascensión de nuevohasta que por fin noshallamos en la cumbre. Qué ]> n n o r a m aaquel ! Cuánta varie-dad y belleza de plan-tas! Cuántas pintadasaves revoloteaban al-rededor de la montaña! Viajar para ver,para estasiarse, paradilatar, para saturarel pensamiento y lossentidos de elluvios deliciosos.


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