Doña Sancha de Navarra, novela histórica . él,y esperó tranquila, altiva, amenazadora, al rey. —¡Oh! ¡oh! ¡me retas! ¡hay peligro! exclamó don San-cho, que no era cobarde: bien, esta resistencia armada meevita una vergüenza: esto es una batalla en la que el pre-mio del vencedor será tu hermosura para mí, tu honra paratí si vences. Pues bien, acepto. Y el rey rodeándose al brazo izquierdo su manto, arre-metió hacia doña Sancha, recibió el golpe del venablo en elbrazo izquierdo, y asió á la joven el brazo siniestro, peroestase rehizo, y aprovechando un descuido del rey, lehirió en el pecho. Al s
Doña Sancha de Navarra, novela histórica . él,y esperó tranquila, altiva, amenazadora, al rey. —¡Oh! ¡oh! ¡me retas! ¡hay peligro! exclamó don San-cho, que no era cobarde: bien, esta resistencia armada meevita una vergüenza: esto es una batalla en la que el pre-mio del vencedor será tu hermosura para mí, tu honra paratí si vences. Pues bien, acepto. Y el rey rodeándose al brazo izquierdo su manto, arre-metió hacia doña Sancha, recibió el golpe del venablo en elbrazo izquierdo, y asió á la joven el brazo siniestro, peroestase rehizo, y aprovechando un descuido del rey, lehirió en el pecho. Al sentir la herida, don Sancho retrocedió: la infantaespantada al ver brotar la sangre, dio un paso hacia el rey,luego horrorizada vaciló sobre sí misma, y cayó sobre unsillón. —¡Oh! ¡oh! dijo el rey, que se habia desabrochadorápidamente su túnica y apartado sus ropas interiores;herida de mujer, un rasguñ y se ha ¡oh!¡oh! pues mejor, mucho mejor, así nos escusamos de gritosé latí pstrañn personaje salvó á doña Snnrha >> DE NAVARRA. 291 Y adelantó hacia la joven. Pero doña Sancha no estaba desmayada, sino desva-necida, y el peligro la rehizo; se alzó de una manera vio-lenta, y procuró ganar la puerta; pero el rey se interpuso. Entonces hubo una lucha innoble: la infanta corría á lolargo de la cámara evitando el ser asida por el rey, y lan-zaba gritos de socorro. Aturdida, aterrada, fuera de sí, tropezó en un mueble,cayó y se hirió en la frente. El golpe la privó de sentido, yel rey, ciegO; ya fuera de sí, lanzó una insensata carcajada^y adelantó frenético hacia la desmayada joven. Solo un milagro podía salvar la honra de doña Sancha;en el momento en que el rey creía seguro su triunfo, oyóseun alarido de terror en la habitación inferior, en que donSancho creyó reconocer la voz del conde Fortun; luega^precipitados pasos en la escalera, y al fin apareció unamujer, alta, pálida, hu
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