. Cuentos hispanoamericanos. moria losalegres juegos de nuestra niñez y los amores fugaces de colegio:vuelvo a estar contigo, en una palabra, y recorro una a una lashoras felices de nuestra fraternal amistad. 10 A todo esto se me olvidaba decirte el objeto de mi viaje, quete comunicaré en dos palabras: voy, encargado por mi padre,a entregar la hacienda al nuevo arrendatario, y como no meacomodaría vivir solo en ese viejo caserón donde he pasado miniñez, voy a pedirles a Uds. hospitalidad por algunas días. 15 Da un abrazo en mi nombre a la buena tía, otro al selvático Antonio y tú, mi querido P


. Cuentos hispanoamericanos. moria losalegres juegos de nuestra niñez y los amores fugaces de colegio:vuelvo a estar contigo, en una palabra, y recorro una a una lashoras felices de nuestra fraternal amistad. 10 A todo esto se me olvidaba decirte el objeto de mi viaje, quete comunicaré en dos palabras: voy, encargado por mi padre,a entregar la hacienda al nuevo arrendatario, y como no meacomodaría vivir solo en ese viejo caserón donde he pasado miniñez, voy a pedirles a Uds. hospitalidad por algunas días. 15 Da un abrazo en mi nombre a la buena tía, otro al selvático Antonio y tú, mi querido Pablo, recibe uno muy cordial de tu amante primo. Emilio. )) Esta carta llevaba la fecha del 23 de octubre de 1834. Eljoven que acababa de escribirla salió al patio después de cerrarla20 y la entregó a un hombre que esperaba al lado de un caballoensillado con el avío clásico de los campos. II Tres días después, el hombre que había recibido la carta sebajaba delante de una casa de campo de pobre apariencia, 62. ao o Un Drama en el Campo 63 situada en la provincia de Colchagua. Después de acomodarlas riendas de su cabalgadura con ese cuidado por sus arreosde viaje que distingue a nuestros huasos, el viajero penetróen una pieza en la que veían tres personas: una mujer queparecía rayar en los cincuentos años, y dos jóvenes, entre los 5cuales habría sido muy difícil conocer una diferencia en la edad;pues ambos aparentaban tener de veinticinco a veintiséis añoscuando más. En la figura de la mujer no resaltaba nada de notable. Ciertamelancolía de la mirada, cierto tinto de tristeza que reinaba en losu persona, eran indicios que sólo a un observador muy avisadoy perspicaz, habrían servido para advinar los pesares queamargaban aquella vida oscura, dejando apenas un rastro enel semblante, como tan a menudo acontece. — El Dolor es unhuésped sombrío que las más veces gusta de aposentarse en el 15alma, sin revelar su devastadora existencia. Entre los dos j


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