. Fabulas. EL OSO Y EL ELEFANTE. C^UEjÁBASE el OSO torpe Al elefante sagaz De cierta contradicción Que no acertaba á explicar. —¡Cuidado (exclamaba el pobre), Que raya en atrocidad Lo que los hombres exigen De un infeliz animal! A mí, que soy justamente La misma formalidad, ¿No se empeñan los malditos En obligarme á bailar? Si saben que esas monadas No son de mi natural, ¿Por qué, cuando ven que bailo. Me silban sin caridad? —También (dijo el elefante] Me enseñan á mí á danzar, - LXIII - 8 4 OBRAS DE HARTZENBUSCH Y á fe que tú no me ganasA respetable y , sin embargo, de míNadie se ríe
. Fabulas. EL OSO Y EL ELEFANTE. C^UEjÁBASE el OSO torpe Al elefante sagaz De cierta contradicción Que no acertaba á explicar. —¡Cuidado (exclamaba el pobre), Que raya en atrocidad Lo que los hombres exigen De un infeliz animal! A mí, que soy justamente La misma formalidad, ¿No se empeñan los malditos En obligarme á bailar? Si saben que esas monadas No son de mi natural, ¿Por qué, cuando ven que bailo. Me silban sin caridad? —También (dijo el elefante] Me enseñan á mí á danzar, - LXIII - 8 4 OBRAS DE HARTZENBUSCH Y á fe que tú no me ganasA respetable y , sin embargo, de míNadie se ríe jamás;Antes aplaudir he vistoA todos mi habilidad,Admirando que una bestiaTan pesada y colosalSepa mover diestramenteLos cuatro pies á compá que si en hacerte burlaLa gente fisgona da,No debe ser porque porque bailas mal. EL ABANICO. Jr ARA ocultar el rostro Enrojecido,A las niñas dió Venus El abanico. Ciertas y ciertasCubren con él la falta De la vergü
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