La Mujer . e haber visto hacemucho tiempo á la Princesa que luego fué vuestra madre,coger amapolas en un campo de espigas de oro, y recuer-do que tenía una gracia inimitable para buscar ás, me habéis sido recomendados por un ruiseñoramigo mió que tiene la costumbre de cantar por las tar-des sobre el árbol en flor que está frente á la ventana donde vais á soñar, (¿ule-ro hacer algo en vuestroobsequio. Consiento enque uno de vosotros sea,poeta, y me parece quedebéis darme graciasde rodiUas. Los Príncipes searrodillaron con airede profunda gratitud:pero en el fondo esta-ban menos sa-ti


La Mujer . e haber visto hacemucho tiempo á la Princesa que luego fué vuestra madre,coger amapolas en un campo de espigas de oro, y recuer-do que tenía una gracia inimitable para buscar ás, me habéis sido recomendados por un ruiseñoramigo mió que tiene la costumbre de cantar por las tar-des sobre el árbol en flor que está frente á la ventana donde vais á soñar, (¿ule-ro hacer algo en vuestroobsequio. Consiento enque uno de vosotros sea,poeta, y me parece quedebéis darme graciasde rodiUas. Los Príncipes searrodillaron con airede profunda gratitud:pero en el fondo esta-ban menos sa-tisfechos de loque parecían. —¡ Uno de no-sotros ! dijeron :—¡Cuál, ilustreamigo! VA encantadorrespondió: —Aquel de vosotros que sea menos indigno de la glo-ria á que aspira. Escuchadme bien. Durante un añorecorreréis el mundo, pero no reunidos. Miraréis los sé-res y las cosas, y después volveréis á mi palacio de pór-fido rosa, incrustado de amatistas, y aquél que traiga el. recuerdo más bello de su viaje le otorgaré el don dela poesía. * + * Cuando transcurrió el año, los Príncipes volvieron ála morada del ilustre mago, cuya barba era del color delas rosas blancas. Los tres se inclinaron profundamente, porque habíansido muy bien educados en la corte del Rey, su padre, ysabían cómo hay que conducirse con los encantadores. —Y bien, Príncipes—preguntó el mago. —¿Qué os haocurrido en vuestros viajes? ¿Qué cosa os ha parecido,entre todas, más merecedoras de la admiración? Habla ttiantes que tus hermanos, Aymón, ya que eres el primo-génito. —Lo más sublime que he visto—decía Aymón—ha sidouna batalla en una vasta llanura, iluminada por el sol po-


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