La Mujer de Nadie, novela . Mi in-tención es siempre buena. Fuiste tú quien empezó. Yanguas seguía oprimiendo tembloroso la puertade cristales. Se mordiscaba el bigote, se mesaba conla otra mano las barbas lacias, prematuramente canas. —¡Vete, Javier! ¡Te lo suplico! ¡Vete! En la calle, bajo la lluvia, el chofer del ostentosoautomóvil de la duquesa había saltado a la acera yabría también la portezuela. 7 97 JOSE FRANCES Nieves se decidió a corlar la situación, cada vezmás violenta: —¡Vaya! ¡Adiós! Buenas tardes,i Salió la primera. Detrás Javier Tasara. La últimaHeliana. Yanguas cerró con tal v


La Mujer de Nadie, novela . Mi in-tención es siempre buena. Fuiste tú quien empezó. Yanguas seguía oprimiendo tembloroso la puertade cristales. Se mordiscaba el bigote, se mesaba conla otra mano las barbas lacias, prematuramente canas. —¡Vete, Javier! ¡Te lo suplico! ¡Vete! En la calle, bajo la lluvia, el chofer del ostentosoautomóvil de la duquesa había saltado a la acera yabría también la portezuela. 7 97 JOSE FRANCES Nieves se decidió a corlar la situación, cada vezmás violenta: —¡Vaya! ¡Adiós! Buenas tardes,i Salió la primera. Detrás Javier Tasara. La últimaHeliana. Yanguas cerró con tal violencia la puerta, que sal-taron dos o tres cristales al suelo. —¡Qué bárbaro!—exclamó Tasara. —Le va a subir más la cuenta de los gastos—rióNieves. Pero ninguno de los dos volvió la cabeza. Unicamente Heliana, al mirar hacia atrás, vio a lamasa enorme de rojo y verde agitar los brazos en altoy a Ramón Yanguas tornar a los paseos de fiera en-jaulada en medio de sus 98 V. wier Tasara tenía en Madriduna querida, ya jubilada. Sellamaba Clotilde Pacheco, yvivía, de una modesta pensiónque !e enviaba mensualmen-te el pintor, en un hotelitosombrío de la calle Almansa. Era la mujer de un comer-ciante rico, bien establecidoen la calle Atocha; pero enlos Cuatro Caminos pasaba por una viuda recatada,decente, a quien no visitaba nadie nunca, que salíapoco y pasaba parte de la mañana en la iglesia deNuestra Señora de los Angeles, las tardes en su exi-guo jardinillo delantero de la casa y por las nochesse acostaba temprano. 99 JOSE FRANCES Al principio los vecinos de los tres hoteles inme-diatos mostraron hacia ella una actitud desconfiada yaltiva. En la calle misma, habitada por tenderos debaja estofa, comadres vocingleras, chiquillos revolto-sos y obrerillos achulados, no faltaban comentariosmordaces, alguna que otra piedra y piropos groseros asu paso. Luego, poco a poco, se fueron acostumbran-do a aquella vecina pálida y afable


Size: 1668px × 1498px
Photo credit: © The Reading Room / Alamy / Afripics
License: Licensed
Model Released: No

Keywords: ., bookcentury1900, bookdecade1920, bookidlamujerdenad, bookyear1921