El siglo de las tinieblas, o memorias de un inquisidor; novela histórica original . prestando cierta clase de servicios,la protección de ese hombre me hubiera sido muy útil paraalcanzar un buen empleo ó acrecentar mis ahorros, siendorico en mi vejez; pero la situación no es la misma, y porconsiguiente mi conducta debe cambiar. Yo tenia deseos devengarme de los que han sido causa de mi perdición, y estavenganza no he podido verla satisfecha. ¿Qué espero, pues? No se equivocaba Crispin: nada tenia que esperar comono fuese alguna cantidad mezquina que recibiese en pago desus servicios. Odiaba á S


El siglo de las tinieblas, o memorias de un inquisidor; novela histórica original . prestando cierta clase de servicios,la protección de ese hombre me hubiera sido muy útil paraalcanzar un buen empleo ó acrecentar mis ahorros, siendorico en mi vejez; pero la situación no es la misma, y porconsiguiente mi conducta debe cambiar. Yo tenia deseos devengarme de los que han sido causa de mi perdición, y estavenganza no he podido verla satisfecha. ¿Qué espero, pues? No se equivocaba Crispin: nada tenia que esperar comono fuese alguna cantidad mezquina que recibiese en pago desus servicios. Odiaba á Simón, porque éste lo habia calumniado, siendola primera causa que llegó á producir los inolvidables Florentin le habia dicho:—Por ahora no podemos tocar á un solo cabello de Simón,poique si le sucediese una desgracia cualquiera, á nadie seacusaría mas que á mí. Esta especie de inviolabilidad del gigante hacia imposiblela venganza de Crispin. En fuerza de reflexionar acabó éste por decirse:—La verdad es que Simón estaba en su derecho de hacer. DE LAS TINIEBLAS. 649 cuanto es imaginable para salir de su calabozo, y si me acusófué justo pago á mi proceder, puesto que yo lo habia enga-ñado. No es suya toda la culpa, no, sino del abate, que alménos cuando se convenció de mi inocencia no hizo todo loque pudo haber hecho para que se me absolviese. Veamos loqueme ha producido mi leal proceder con Florenlin, porquees conveniente ajustar bien esta cuenta. Primeramente dos-cientos azotes y la pérdida de mi empleo, y después la des-honra y el hambre. Grispin sonrió con amargura al hacer esta reflexión.—-No entiendo,—añadió,—todo lo que pasa, porque nadase me ha dicho de la parte que en este asunto tiene donMartin de Quiñones; se me manda hacer una cosa y no se medice el por qué se hace; pero no hay duda que don Martintiene grandísimo interés en todo esto y que protege á la es-posa de Jacobo como á una hermana. Supongamos que yo,


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