. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. nejo de las armas, así fué que la lucha prolongóse, sindeclararse el triunfo en favor de ninguno. Crecía la furia de ambos cuanto más conbatían, y losgolpes menudeaban por una y otra parte, siendo tambiénpor una y otra parte parados con habilidad y ligereza. Eran dos adveisarios dignos el uno del otro y admi-raba su gallardía al verles luchar. En lo más empeñado del combate, oyóse un grito demujer y una dama se precipitó entre ellos exclamando: —¡Teneos, caballeros! ¡Envainad las espadas, dignasde
. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. nejo de las armas, así fué que la lucha prolongóse, sindeclararse el triunfo en favor de ninguno. Crecía la furia de ambos cuanto más conbatían, y losgolpes menudeaban por una y otra parte, siendo tambiénpor una y otra parte parados con habilidad y ligereza. Eran dos adveisarios dignos el uno del otro y admi-raba su gallardía al verles luchar. En lo más empeñado del combate, oyóse un grito demujer y una dama se precipitó entre ellos exclamando: —¡Teneos, caballeros! ¡Envainad las espadas, dignasde ejercitarse en más altas empresas! ¡No así expongáisla vida por ia que no es digna de ello! Los dos combatientes bajaron los aceros y miraroncon asombro a la dama. La luz de un farol que alumbraba una imagen quehabía en la esquina dióle en el rostro, y don Tomás ex-clamó, con creciente sorpresa:—?¡Doña Leonor! En efecto, doña Leonor era. Su dueña, asustada, habíase quedado a corta distancia. ^B ^B ^B^B ^B ^B^BM^ &BBB « CAPITULO XVH Protección sospechosa. A presencia de doña Leonor no era pura-mente casual, como parecía. Después de todo hubiera sido extañoque una dama principal se hallase fuera desu palacio a tales horas, sin un motivo que lo motivo era el siguiente: Viendo la dama que don Tomás seguía rondando lacalle, a pesar de las explicaciones que entre los dos me-diaron, y creyendo en su vanidad que iba por ella, pensó:—El despecho hízole hablar del modo que lo hizo;pero me ama y bien claro lo demuestra. En cuya suposición, sabemos que andaba error hízole concebir un plan, al que obedecía supresencia en la calle aquella noche. —Si a don Tomás me presento—se dijo—, satisfechoya su enojo con las palabras que me dirigió, acabará por ISABEL LA CATÓLICA 535 confesarme que me sigue amando y entonces empezarámi venganza. Contaba para conseguir su objeto con las artes de suhipocresía, median
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