. Anales. d y las más felices ideas é inspiradas soluciones enlos asuntos más arduos; pero somos impotentes para cantar las precla-ras cualidades del integérrimo Jefe del Poder Ejecutivo, del inmaculado«Siervo de la Nación,» del abnegado que, escoltando al Congreso en suéxodo heroicamente doloroso, cae en manos del sanguinario Concha,lleno de magestuosa serenidad, diciendo como el nazareno svdílime alque le aplicara inmundo beso: «Parece que nos conocemos, Sr. Carran-co,» lo que equivalía ó al menos substituía la frase sagrada: «A qué ve-nís, amigo mío?» No necesitamos tampoco consignar aquí l


. Anales. d y las más felices ideas é inspiradas soluciones enlos asuntos más arduos; pero somos impotentes para cantar las precla-ras cualidades del integérrimo Jefe del Poder Ejecutivo, del inmaculado«Siervo de la Nación,» del abnegado que, escoltando al Congreso en suéxodo heroicamente doloroso, cae en manos del sanguinario Concha,lleno de magestuosa serenidad, diciendo como el nazareno svdílime alque le aplicara inmundo beso: «Parece que nos conocemos, Sr. Carran-co,» lo que equivalía ó al menos substituía la frase sagrada: «A qué ve-nís, amigo mío?» No necesitamos tampoco consignar aquí las atrocidades de los dosodiosos tribunales que le formaron sendas causas y lo condenaron á de-gradación y muerte. Esta augusta tragedia merece especialísimo estu-dio y no queremos tratarla á la ligera en estas líneas inspiradas en losinimitables hechos militares del héroe por excelencia, y en los bienes con-secutivos de ellos para la causa de la libertad. Nadie ignora, por lo de-. 133 más, qnc sit muerte fué como sn vida; concierto armonioso de valor he-roico y noble jicnerosidad; altivez 3 bondad: virtud, kiz, preexcelsagloria!! Para concluir, permítasenos reca]Mtidar brevísimamente lo reseña-do, y rectificar algunos puntos en que nuestra humilde ojiinión diside ente-ramente de la de algunos escritores acerca de la preponderancia de ciertospaíses, con respecto á otros en nuestra América, en virtud de sus éxi-tos y de los méritos de sus respectivos hombres ilustres, protestandoproducimos con verdad y sin pasión, según lo han demostrado el princi-pio V secuela de lo (|ue va escrito. A las naciones todas las juzgamos,sin distinción de nombres, de iguales origen y destino, y á los héroessegún su valer moral, para cuya apreciación no se toma en considera-ción el eficiente de sus triunfos, más bien la pureza de sus miras, la inte-gridad de su conducta 3 la magnitud de sus ideas, aunciue no siempre eléxito haya correspondido á sus afan


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