La Mujer de Nadie, novela . o des-de su tarima se golpeaba los muslos blancos con lasmanos y gritaba: — ¡Ay que roío Cañedo! ¡Es que tiene más cachon-da gracia que Dios! Cruz Quintana se incomodaba con la modelo. —¡Tú, idiotal ¡A callar y a estarte quieta! Cruz Quintana era la única mujer entre los catorcehombres. Al principio Tasara la instaló en su propioestudio, como hizo con otras dos . discípulas; peropronto se convenció de que era inútil aquella galanteseparación. Cruz Quintana, angulosa, negruzca, losdientes caballunos, el andar desgarbado, vestida siem-pre con trajes de hechura sastre,


La Mujer de Nadie, novela . o des-de su tarima se golpeaba los muslos blancos con lasmanos y gritaba: — ¡Ay que roío Cañedo! ¡Es que tiene más cachon-da gracia que Dios! Cruz Quintana se incomodaba con la modelo. —¡Tú, idiotal ¡A callar y a estarte quieta! Cruz Quintana era la única mujer entre los catorcehombres. Al principio Tasara la instaló en su propioestudio, como hizo con otras dos . discípulas; peropronto se convenció de que era inútil aquella galanteseparación. Cruz Quintana, angulosa, negruzca, losdientes caballunos, el andar desgarbado, vestida siem-pre con trajes de hechura sastre, cuello almidonado y 144 LA MUJER DE NADIE corbata de nudo, no correría el menor peligro en elestudio general. Fumaba, bebía y blasfemaba comoun macho. Resistía impasible las mayores procacida-des y le quitó a uno de sus compañeros la querida,una jovencita rubia que entró al taller para servir demodelo sólo de vestido y terminó haciendo de Venusen las orgías clásicas de última 10 145 lil. ntre los dos estudios y enaquella casa de un solterónmujeriego y egoísta, tan so-leada por fuera como ani-mada de una constante fri-volidad sensual por dentro,había de pasar algunos añosy moldear su espíritu He-liana. Sintió, al pronto, divertidoaturdimiento, confusa sorpresa, renovada cada día porlas revelaciones, algo brutales, de tipos, costumbres yconversaciones tan diferentes a la calma pacata de suvida en casa de Clotilde Pacheco. Pero en el fondo desu alma despertaban estas revelaciones como un ecoensordecido y remoto que iba haciéndose más claro y 147 JOSE FRANCES más cercano. Era el recuerdo del hogar paterno, la des-orbitada existencia de Paco Losada y Leonora, amor-tiguado con esa fácil propensión de olvido que tienenlos niños. Los años transcurridos junto a Clotilde, lasgentes sencillas que se movían en torno de la abando-nada, las tardes largas en la iglesia y breves cuandolas paseatas vernales por los altos de Amaniel y lospinar


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