La Mujer . naban dentro de lalitera; amenazas en la calle, ruido de aceros, hastaque llegando la justicia, representada por una jauríade corchetes, lariña trocóse encombate general,del que, uno delos que primeroacudieron en so-corro de la litera,aprovechando laconfusión , sacódel vehículo á mujer des- mayada y huyó ^con élla en susbrazos. Pocos momentos después se hallaban en un des-mantelado albergue donde la dama vuelta en sí, sequedó asombrada al ver al hombre que tenía en supresencia: —Vos!.... Sois vos quien me ha salvado!.... — Yo, señora,—contestó aquel hombre inclinándo-se,—Juan R


La Mujer . naban dentro de lalitera; amenazas en la calle, ruido de aceros, hastaque llegando la justicia, representada por una jauríade corchetes, lariña trocóse encombate general,del que, uno delos que primeroacudieron en so-corro de la litera,aprovechando laconfusión , sacódel vehículo á mujer des- mayada y huyó ^con élla en susbrazos. Pocos momentos después se hallaban en un des-mantelado albergue donde la dama vuelta en sí, sequedó asombrada al ver al hombre que tenía en supresencia: —Vos!.... Sois vos quien me ha salvado!.... — Yo, señora,—contestó aquel hombre inclinándo-se,—Juan Ruiz Alarcón y Mendoza, vuestro humildeservidor. El secretario de vuestro padre en Méjicoque después de sepultar á su pobre madre, abandonósu patria para venir á España. Yo, señora, la burlade los cortesanos palaciosos y de quien Juan Fernán-dez dice: Tanto de corcova atrás . Y delante Alarcón tienes,Que saber es por demásDe dónde te coreo vienes Y á dónde te Y añadió sin poder contener un hondo gemido,mientras la dama le seguía contemplando asombrada: —Yo, de quien se mofaQuevedo, Góngora, Montal-ban, Mendoza, Mezcua y todaesa sublime pléyade de poe-tas insignes; el pobre joro-bado que daría toda la san-gre de sus venas y hasta elalma de su cuerpo por aho-rraros el menor disgusto enesta corle que llaman de ¡osmilagros. Yo, el ente despre-ciado de todos. —Xo tanto,—dijo la damaque aún seguía contemplán-dolo con asombro, — porque de vos ha dicho Lope deVega: En Méjico la fama, Que como el Sol descubre cuanto mira,A don Juan de Alarcón halló que aspiraCon dulce ingenio á la divina rama.—Oh, Lope de Vega no sabe que mis aspiraciones van mas allá. \uelan como el águila caudal hasta lo infinito. .. — ¡Basta!—exclamó la dama impaciente.—;Por qu-*me habéis salvado? — Por qué? - preguntó el famoso poeta mejicanoirradiando en sus oscuros ojos el fuego de la i?asiónmal contenida; pero la dama lo con


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