. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO XVIILa partida o bien Fonseca hubo salido de la cámara,Tarsio se presentó á Pacheco, diciéndole:—Discreto has estado y mi parabién tedoy por lo oportunamente que has segui-do mis consejos.—¿Oiste?—interrogó D. Juan.—Todo. —Y de la ventera, ¿qué me dices?—Que es una muchacha que promete y de cuyo inge-nio te podrás servir en más de un caso. —Premiar quiero sus servicios como le prometí y me-rece. —No de una generosidad nueva en ti llevar te otros los que sus buenos oficios paguen


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO XVIILa partida o bien Fonseca hubo salido de la cámara,Tarsio se presentó á Pacheco, diciéndole:—Discreto has estado y mi parabién tedoy por lo oportunamente que has segui-do mis consejos.—¿Oiste?—interrogó D. Juan.—Todo. —Y de la ventera, ¿qué me dices?—Que es una muchacha que promete y de cuyo inge-nio te podrás servir en más de un caso. —Premiar quiero sus servicios como le prometí y me-rece. —No de una generosidad nueva en ti llevar te otros los que sus buenos oficios paguen, y asi al parque beneficiosos te resultarán baratos.—Explícate. —Es muy sencillo. Tu plan, ó por mejor decir nuestro, pues á los dos corresponde por igual la gloria de haberlo concebido y ejecutado, tiene dos puntos débiles por los que derrumbarse pudiera el edificio de nuestras ilusiones. —¿Cuales? 140 A. CONTRERAS —Margarita y Sebastián. —No te comprendo. —Si ellos declarasen que al tanto de todo lo ocurrid©estabas, no bien parada quedarla


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