Maria (memorias de una huérfana) . ástico, en esta escritura públi-ca, en que la señorita cede á su hermana doña Clotilde todos los de-rechos que en adelante puedan corresponderle. —Pero ¿dónde está María, dijo Alfonsina, que no anuncia todasestas cosas por sí misma? —María ha ido esta mañana á mi casa: todo estaba preparado:ha firmado los documentos que ha necesitado, ha escrito esta cartapara ustedes, y ha partido para su destino acompañada de dos her-manas de la Caridad. Y el eclesiástico dió una carta á Alfonsina. —¡Oh! ¡Esto es terrible! dijo Clotilde. Yo la encontraré. XIII. Alfonsina es


Maria (memorias de una huérfana) . ástico, en esta escritura públi-ca, en que la señorita cede á su hermana doña Clotilde todos los de-rechos que en adelante puedan corresponderle. —Pero ¿dónde está María, dijo Alfonsina, que no anuncia todasestas cosas por sí misma? —María ha ido esta mañana á mi casa: todo estaba preparado:ha firmado los documentos que ha necesitado, ha escrito esta cartapara ustedes, y ha partido para su destino acompañada de dos her-manas de la Caridad. Y el eclesiástico dió una carta á Alfonsina. —¡Oh! ¡Esto es terrible! dijo Clotilde. Yo la encontraré. XIII. Alfonsina estaba muy páó la carta y leyó lo siguiente: «Prima mia, hermana mia: Perdonadme si os escuso y me escu-so de una despedida demasiado dolorosa. Yo os amo, y os amo contoda mi alma, y os lo probaré separando de vosotras mi mala in-fluencia. Dejadme seguir mi camino: de tiempo en tiempo recibiréispor mi confesor una carta mia. Adiós: yo os amo; yo os amaré siempre.—Vuestra, María.» La baronesa de Castell-doro. 81 «P. D. Justificad para con las gentes mi desaparición, diciendosimplemente la verdad: los documentos que os entregará mi con-fesor servirán de comprobación.» XIV. Alfonsina j Clotilde hubieron de resignarse; pero la segundaesclamó: —Ó dejo de ser quien soy, ó encuentro á mi hermana y la re-duzco á la razón: entre tanto, es necesario velar por ella, velar porsu corazón. Y sobre este pensamiento preguntó al eclesiástico: —Dígame usted, señor: ¿el voto que mi hermana ha pronuncia-do es temporal? —Sí, sí, señorita, contestó el eclesiástico: por tres años. —¿De modo que, dijo Alfonsina, dentro de tres años, si no re-nueva el voto, puede disponer de sí misma? —Indudablemente. —¿Hasta el punto de poder casarse? —Indudablemente. ?—Bien; gracias, señor, por el interés que usted se ha tomadapor nosotras: desde hoy puede usted considerarnos sus amigas, yesta casa como suya.


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