Doña Sancha de Navarra, novela histórica . anta doña Sancha de Na-varra. .)0 DOÑA SANCHA CAPITULO XIII. De (-«imo no todo el i[ue paipcc muerto, es muerto. Volviendo nu tanto atrás. y mientras la tribu egipciase ocupa con un religioso respeto en la inhumación de suviejo gran duque Kaleb. cúmplenos decir lo que acontecióen la quebradura donde habia sido ahorcado Zuanko. Apenas se habia separado de aquel lugar la tribu, cuan-do saliendo recatadamente de entre la maleza, aparecieroutres hombres, Laiké, Zira-Zam y Kaibur, los tres amigos deZuanko, en fin, que por el delito de haberle querido salva


Doña Sancha de Navarra, novela histórica . anta doña Sancha de Na-varra. .)0 DOÑA SANCHA CAPITULO XIII. De (-«imo no todo el i[ue paipcc muerto, es muerto. Volviendo nu tanto atrás. y mientras la tribu egipciase ocupa con un religioso respeto en la inhumación de suviejo gran duque Kaleb. cúmplenos decir lo que acontecióen la quebradura donde habia sido ahorcado Zuanko. Apenas se habia separado de aquel lugar la tribu, cuan-do saliendo recatadamente de entre la maleza, aparecieroutres hombres, Laiké, Zira-Zam y Kaibur, los tres amigos deZuanko, en fin, que por el delito de haberle querido salvar,habian sido expulsados de la tribu. Laiké escuchó durante algún tiempo con atención, ydijo á sus compañeros: —Son los funerales de un gran duque: Kaleb ha muer-to, y acaso su muerte haya variado la injusta determina-ción que han tomado contra nosotros. —Por el contrario, dijo Kaibur, Wamdihavé es nuestroenemigo, y de seguro que no habrá, después de la muertedel anciano Kaleb, quien se oponga á su autoridad; volver. Zin/.Hii. ron la agilidad de un galo montes, trepó;i la onrina yrnrló ron su puñal la riiorda. ^>y> M DE NAVARRA. 5ot confiados en un azar, será una locura; limitémonos á lo quevenimos: veamos si podemos volver á la vida á Zuanko. —Dices bien, Kaibur, observó Zim-Zam, y no haymomento que perder: veamos si aun es tiempo de salvar ánuestro amigo, y si le salvamos, lugar tendremos de pen-sar en la venganza. Tras estas palabras Zim-Zam, con la agilidad de ungato montes, trepó á la encina de que estaba suspendidoZuanko, buscó la cuerda, avisando á sus compañeros paraque recogiesená Zuanko, cortó con su puñal la cuerda: elajusticiado cayó entre los brazos de sus amigos, al mismotiempo que Zim-Zam se deslizaba déla encina con la mismafacilidad con que habia trepado á ella. —Su corazón late: su cuerpo aun no esta frió, dijoLaiké; acaso podremos volverle á la vida; pero ante todo,es necesario que nos alejemos de aq


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