España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . ±as sudistrito parroquial; SantaJusta y Rufina servÃ-a decapilla al castillejo hoyrenovado, San Jorge desantuario á los caballeros;y en lo más alto de la co-lina recordaba San Cris-tóbal el primer sacrificioofrecido en su recinto porlos conquistadores al Diosde las batallas, al lado dela moruna torre Zomadesde donde invocaba áAlá el muezÃ-n agareno. Allá en la eminencia, en el rápido declive de las cuestas queapenas dejan el pié, anidábase la población primitiva; ylas casas excavadas en la peña que imprimen á Cala


España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . ±as sudistrito parroquial; SantaJusta y Rufina servÃ-a decapilla al castillejo hoyrenovado, San Jorge desantuario á los caballeros;y en lo más alto de la co-lina recordaba San Cris-tóbal el primer sacrificioofrecido en su recinto porlos conquistadores al Diosde las batallas, al lado dela moruna torre Zomadesde donde invocaba áAlá el muezÃ-n agareno. Allá en la eminencia, en el rápido declive de las cuestas queapenas dejan el pié, anidábase la población primitiva; ylas casas excavadas en la peña que imprimen á Calatayud unsello tan original, y en las cuales los moros se labraban vivien-das sólo abiertas al sol de medio dÃ-a, reaparecen en Daroca sibien con menor frecuencia. Aire puro, hermoso cielo y variadaperspectiva junto con la fortaleza del sitio, compensaban la as-pereza de la posición: de un lado se extienden los ojos hasta lasnevadas cimas del Moncayo, del otro siguen al Jiloca culebrean-do y ramificándose por la fértilÃ-sima vega; á los pies yacen es-. DAROCA.âVentana Hospital de pobhes 596 A 1< A G ó N tancados en el hondo barranco los humildes techos de la ciudaddilatándose por sus huecos y recodos, al derredor alinéanse lascien torres en vasto o-iro describiendo la ondulación de las coli-ñas. Fatigado de errar el forastero por las enriscadas sendas en-cerradas en el casco de los muros, siéntase á meditar sobreaquella mezcla extraña de grandiosidad y pobreza, sobre tantamultitud de templos para algunos centenares de vecinos, sobreaquel recinto que tan ancho viene á la población como á esque-leto infantil un mausoleo; y se pregunta si es un suelo de ruinasel que pisa, y si asiste á una de tantas decadencias insigne ejem-plo de las vicisitudes de los siglos. La historia aclara semejantes dudas; y dejando envuelta ennieblas la cuna de Daroca juntamente con el nombre que le die-ron los seÃ


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