. Cultura; selección de buenos autores antiguos y modernos. ra del renacimiento,usando de todos los recursos que la lengua propia tiene yapelando aún a los de las extranjeras, fugazmente declinapara levantarse más alto aún. Por encima de sus ideas filosóficas y de su liberalismobien entendido, fué siempre un creyente sincero. Quienesencuentran entre sus obras capitales y la carta de Lourdesu)ia contradicción, revelan, miopía, o desconocimiento deaquella alma amante de lo sobrenatural, de lo misterioso,de lo inquietante: de la alquimia y del milagro. Su obra toda, amplia, espiritual, tiene la


. Cultura; selección de buenos autores antiguos y modernos. ra del renacimiento,usando de todos los recursos que la lengua propia tiene yapelando aún a los de las extranjeras, fugazmente declinapara levantarse más alto aún. Por encima de sus ideas filosóficas y de su liberalismobien entendido, fué siempre un creyente sincero. Quienesencuentran entre sus obras capitales y la carta de Lourdesu)ia contradicción, revelan, miopía, o desconocimiento deaquella alma amante de lo sobrenatural, de lo misterioso,de lo inquietante: de la alquimia y del milagro. Su obra toda, amplia, espiritual, tiene la supremIlesa de la armonia. Con Gutiérrez Xájera y antestiérrez Nájera. don Ju^to Sierra estudiado y medita X Cui/j UPA nuestras juventudes, será, mientras no huyo quien le su ¡te-re, el maestro de la prosa. Su muerte (acaecida el 13 de septiembre de 1912 en Ma-drid) fué su apoteosis: si hubiera olc«m«do a ser testigodéla tragedia apocalíptica de hoy. con Verhaeren y conMaeierUnck habría cantado a la Bélgica mártir * A. LOERA Y CHÁ (*) Se publica este volumen con la autorización oe la viuda o>Jpoeta. PLAYERA. A Esteban González. En la mansa orilla de mis playas natales, brotan los cuen-tas, florecen las leyendas como las rosas y los jazmines quebajan al arenal trocando la colina en una sanrisapor entrelos mangueros, los tamarindos y los shkanloles que de susespléndidas copas verdes dejan caer por las puntas de sus ra-mas su incesante^ lluvia de flores de oro. Unas de esas leyen-das son reidoras y alegres como la luz del día; otras melancó-licas como el crepúsculo de las tardes lluviosas; de todas seexhala el vivaz aroma salado de tus algas, ¡oh! mar. que hassido colocado a la vista del hombre para sugerirle la emocióndel infinito. Uno de esos cuentecillos voy a traduciros, lecto-ras mía?, en pálido lenguaje; oirlo referirá una joven de lacosta, mezclándolo con cantares, salpicándolo de imágenesque parecen árabesppor lo atrevidas, por


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