. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. los alarmados caballeros. —Yo lo explicaré todo,—dijo Zulima.—Por razones queno son del caso sospeché de los traginantes y supuse quiénera el mozo que dormía en la cuadra. El noble caballeraD. Tomás de Paredes dirá si durante la cena no lé previ-ne en tal sentido. —Asi es,—asintió el caballero. —Me propuse vigilar y hallábame en este patio, cuan-do uno de los traginantes salió de la venta y entró en lacuadra. Sin que me viese entré tras él, y en el momentode ir á herir al que allí dormía confiado,
. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. los alarmados caballeros. —Yo lo explicaré todo,—dijo Zulima.—Por razones queno son del caso sospeché de los traginantes y supuse quiénera el mozo que dormía en la cuadra. El noble caballeraD. Tomás de Paredes dirá si durante la cena no lé previ-ne en tal sentido. —Asi es,—asintió el caballero. —Me propuse vigilar y hallábame en este patio, cuan-do uno de los traginantes salió de la venta y entró en lacuadra. Sin que me viese entré tras él, y en el momentode ir á herir al que allí dormía confiado, le herí yo á él,impidiendo de este modo su crimen. Su cuerpo, que en lacuadra yace, será prueba de lo que digo; en cuanto á los?tros traginantes, han huido cobardes y asustados. Abalanzáronse todos á la cuadra y encontraron en ellael ensangrentado cuerpo de D. Garlos. ^ ISABEL LA CATÓLICA 399 Estaba muerto. Zulima al reconocerlo y convencerse de que era el quetanto odiaba, exclamó: — ¡Aunque nó en la medida que reclamaba mi rencor,ya estoy vengada!. CAPÍTULO LVII
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