La Mujer . el interés que por su amigo tenía quesiempre velaba su sueño y no se entrega- ba al reposo hasta que aquel dormía pro-fundamente. Y, sin embargo, aún cuandpfuera á la aurora, ya Tellez lo encontrá-balo de pie y disponiendo el desayuno. ! Hallábanse un día los dos estudiantesjuntos paseando. Todo convidaba á la grata meditación. - -Grave te encuentro y me estraña,—díjole Gabriel observándolo. —Y cómo no, amigo del alma?—repuso elestudiante conmovido. —Venga acá, entonces, el galanteadorde Salamanca^ á platicar sobre cosas quelo distraigan. Anoche te he estado espe-rando largas horas


La Mujer . el interés que por su amigo tenía quesiempre velaba su sueño y no se entrega- ba al reposo hasta que aquel dormía pro-fundamente. Y, sin embargo, aún cuandpfuera á la aurora, ya Tellez lo encontrá-balo de pie y disponiendo el desayuno. ! Hallábanse un día los dos estudiantesjuntos paseando. Todo convidaba á la grata meditación. - -Grave te encuentro y me estraña,—díjole Gabriel observándolo. —Y cómo no, amigo del alma?—repuso elestudiante conmovido. —Venga acá, entonces, el galanteadorde Salamanca^ á platicar sobre cosas quelo distraigan. Anoche te he estado espe-rando largas horas y no viniste. Algunanueva conquista? —Sí, Félix mío, unaconquista. . —Y no te cansaesa vida? —Me cansa el noencontrar lo quebusco; busco lo quetengo al lado y nolo encuentro. —No te compren-do, — replicó Félixsonriendo: — ¿Acasote has he-cho culto? —Quevoytras el amorde mi almay que si asísigo no loobtendréjamás. —ático. —Pero tú crees, F


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