. España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . \ íes Iglesia de Gazolaz.—Capitele s del atrio otra de 1,500 y otra de 1,400 metros, y ya en las cercanías de Pamplona, penetra elcanal conductor en losbastiones, atraviesa lafortificación, y desaguaen un gran depósito allado de la basílica deSan Ignacio. Las arca-das de este soberbioacueducto son todas desillería en sus pilas yarcos, y de maniposte-ría en las enjutas y enel parapeto que formael cauce. Al construirse el ferrocarril de Zaragoza, el trazadode la nueva vía to-pó en una de laspilas, y la echó átierra con el desen-fado y


. España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . \ íes Iglesia de Gazolaz.—Capitele s del atrio otra de 1,500 y otra de 1,400 metros, y ya en las cercanías de Pamplona, penetra elcanal conductor en losbastiones, atraviesa lafortificación, y desaguaen un gran depósito allado de la basílica deSan Ignacio. Las arca-das de este soberbioacueducto son todas desillería en sus pilas yarcos, y de maniposte-ría en las enjutas y enel parapeto que formael cauce. Al construirse el ferrocarril de Zaragoza, el trazadode la nueva vía to-pó en una de laspilas, y la echó átierra con el desen-fado y despotismocon que procedenlos ingenieros uti-litarios cuando ensus proyectos lessalen al encuentromonumentos del ar-te; pero la cienciaprocuró subsanar eldaño, y de los dosarcos que quedaronsin aquel apoyo hizouno solo, atrevido y arrogante, el cual da paso franco á la marcha triunfal y ruido-sa de los Iglesia de Gazolaz.—Arcos del atrio ; \ Tomo i i 514 NAVARRA Hay aquí un episodio histórico que recordar: en las cerca-nías de Noain fué batido el ejército francés que mandaba elfogoso Asparrot, favorecedor del pretendiente Enrique deLabrit en 1521, y esta victoria, obtenida por el ejército caste-llano, hizo que volviesen á la obediencia de Carlos V Pamplonay todos los pueblos de Navarra que la dinastía destronada teníaya por suyos (1). El tren que me conduce va ahora derecho hacia la sierra deAlaiz, faldea la montaña del Carrascal, dejando á la izquierda áOriz, cuya iglesia de San Adrián nada promete á pesar del se-ñuelo de su torre, y á poca distancia me muestra sobre la cimade un montecillo el arruinado castillo de Tiebas. Aquí quería yoapearme, pero la despótica locomotora no siempre nos consientedetenernos donde nos conviene, sino donde cojtviene, y el trenme planta en la estación de Biúrrun. Ya en tierra, confío á unfactor del ferrocarril mi compendioso


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