Colección de obras completas . las angustias de la guerra! ¿Qué tiene de extraño, pues, que en la infatigable so-licitud de estos buenos badenses, al querer deslumhrar-nos y atraernos con los tesoros de su ciudad nativa,haya una mezcla de orgullo y de tristeza, de indignacióny de altivez, como si los mostrasen a las miradas impla-cables del envidioso, del rapaz enemigo? V HEIDELBERG. LA PERLA DEL RENACIMIENTO.—LA. CASA DE MINERVA.—EL CASTILLO.—PAISAJE.—UN CAMPAMENTO DECAUTIVOS legamos a Heidelberg —la viejaSalamanca teutónica— despuésde una excursión placentísimapor el Néckar. Traigo en losojo


Colección de obras completas . las angustias de la guerra! ¿Qué tiene de extraño, pues, que en la infatigable so-licitud de estos buenos badenses, al querer deslumhrar-nos y atraernos con los tesoros de su ciudad nativa,haya una mezcla de orgullo y de tristeza, de indignacióny de altivez, como si los mostrasen a las miradas impla-cables del envidioso, del rapaz enemigo? V HEIDELBERG. LA PERLA DEL RENACIMIENTO.—LA. CASA DE MINERVA.—EL CASTILLO.—PAISAJE.—UN CAMPAMENTO DECAUTIVOS legamos a Heidelberg —la viejaSalamanca teutónica— despuésde una excursión placentísimapor el Néckar. Traigo en losojos para siempre las deleitosasvisiones de este paseo singular:bosques umbríos, remansos flu-viales, montañuelas floridas, castillos retratados en elagua, horizontes de ensueño, toda la poesía íntima, pro-funda y misteriosa con que nos hieren delicadamentelos paisajes nórdicos, las tierras húmedas, los cielos gri-ses, las luces suaves del Septentrión. Pues para colmo de tan románticas impresiones he. 2 45 RICARDO LEON aquí que, en llegando, nos aposentan en el Ritter, en laPosada del Caballero, insigne reliquia de la poética ciu-dad. Cuentan las crónicas del antiguo Palatinado queen tiempos de la herejía de las Galias, y a raíz de la No-che de San Bartolomé, un hugonote de Tournay, CarolusBelie, y su esposa, Francina Soriau, se refugiaron conotros muchos en las propicias márgenes del Néckar ydel Rin. Ai amparo del Príncipe Elector Federico III,el buen Carolus, que era mercader de paños y de copio-sa fortuna, echó raíces en Heidelberg. Estaban entoncesmuy en auge la famosa villa y el Renacimiento germá-nico; aquel opulento pañero, hombre ingenioso tambiény de exquisito gusto, labró para sí la más espléndidamansión que pudo imaginar un desterrado en su nuevapatria adoptiva. Corriendo los años estalló la guerra de los Treinta: losgenios sombríos del odio, los pálidos caballeros de laMuerte, galoparon devastadores por los viejos


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