. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. 3o CAPÍTULO XL Asesino y conspirador. A confusión de D. Carlos daba claramenteá entender, que lo que Zulima tenía quedecir aún, era quizá más grave que lo quehabía tanto llegó el trastorno del farsantecaballero, que sin ver que con ello se comprometía aúnmás de lo que estaba, á impulsos del temor púsose en piédiciendo: —Mi dignidad me impide continuar más tiempo en es-ta casa, donde de tal modo se me insulta y se me venia dadme para salir de ella, D. Tomás; y ávuestra conc


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. 3o CAPÍTULO XL Asesino y conspirador. A confusión de D. Carlos daba claramenteá entender, que lo que Zulima tenía quedecir aún, era quizá más grave que lo quehabía tanto llegó el trastorno del farsantecaballero, que sin ver que con ello se comprometía aúnmás de lo que estaba, á impulsos del temor púsose en piédiciendo: —Mi dignidad me impide continuar más tiempo en es-ta casa, donde de tal modo se me insulta y se me venia dadme para salir de ella, D. Tomás; y ávuestra conciencia de caballero confío el creer ó poner enduda las acusaciones de esa mujer. La certeza ó falsedadde lu que dice, en su día será probada; mientras tanto im-pórtame poco la opinión que de mí formar podáis, pues encondiciones no me hallo para volver por mi honor ultra-jado. ¡A tal punto el destino ha hecho llegar mi des-ventura! ISABEL LA. CATÓLICA 263 Y se encaminó á la puerta de la cámara. Paredes interpúsose ante él, diciéndole: —¡No os vayáis! En uso del derecho que me asiste co-mo d


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