Colección de obras completas . vidaré. Lleno de viva efusión, he estrecha-do la mano del héroe, le he oído contar, con sencillez ymodestia admirables, la maravillosa aventura. En su ros-tro, curtido por el aire y el sol, en sus ojos grandes yverdes, en toda su figura pequeña, robusta y flexible, seadivina el temple de un alma semejante a las de aque-llos españoles que, con sus pobres carabelas, abrían tam-bién las puertas de los mares. El relato en su boca tieneuna sobriedad homérica. Séame consentido aderezarloa fuer de periodista y trasladarlo aquí, para broche y re-mate de estas históricas


Colección de obras completas . vidaré. Lleno de viva efusión, he estrecha-do la mano del héroe, le he oído contar, con sencillez ymodestia admirables, la maravillosa aventura. En su ros-tro, curtido por el aire y el sol, en sus ojos grandes yverdes, en toda su figura pequeña, robusta y flexible, seadivina el temple de un alma semejante a las de aque-llos españoles que, con sus pobres carabelas, abrían tam-bién las puertas de los mares. El relato en su boca tieneuna sobriedad homérica. Séame consentido aderezarloa fuer de periodista y trasladarlo aquí, para broche y re-mate de estas históricas jornadas. VI LA PRIMERA SALIDA DEL «DEUTSCHLAND » .—EN EL MAR DELNORTE. — «LA MUERTE AL OJO Y EL ENEMIGO A LA PUER-TA».—¡BUQUE A LA VISTA!—EL HURACÁN.—UN SALTO ENEL ABISMO.—HORAS DE ANGUSTIA.—EN EL FONDO DELMAR.—EL ATLÁNTICO.—LA ZONA DE FUEGO.—¡AMÉRICA!—LLEGADA EN TRIUNFO A BALTIMORE.—EL RETORNO.—LASCADENAS DEL BLOQUEO.—¡MAR LIBRE!—«VEINTE MIL LE-GUAS DE VIAJE ». l 14 de Junio de 1916, un día rasoy azul, purificado por las ráfa-gas salobres del Noroeste, levósus áncoras el Deut¿chland enla rada de Kiel, surcó rápida-mente las aguas quietas delCanal y, seguido de un solo tor-pedero, salió con rumbo al mar del Norte. No acompa-ñaron al heroico delfín, en su partida, flámulas ni sirenas,festejos ni clamores, músicas ni salvas: la despedida fuégrave y silenciosa, como pedía la ocasión. 191 RICARDO LEON Llegando a Heligoland, el torpedero de escolta y losbuques de guerra que hacían la guardia en el islote dehierro izaron sus banderas; las tripulaciones, formadasen los puentes, lanzaron tres hurras. ¡Adiós! —decíantodas las señales.— Poco a poco las líneas de las costasse habían ya desvanecido. Alemania se quedaba allá lejosen los términos grises del horizonte. El Deutschland,solo al fin, frente al océano libre, hundió su proa enalta mar. En la torrecilla del submarino, detrás de la firm


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