. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO XII La justicia de un padre. iFíciL era traslucir en el semblante de donManuel, los sentimientos que en aquellosinstantes combatían su corazón. Hosco, sombrío, con la cabeza inclina-da y la mirada fija en el tapiz que cubríael pavimento, parecía abstraído en profundas reflexiones,ageno á todo, hasta al dolor de su deshonra, que acababade saber. Sin embargo, su hija que permanecía arrodillada á susplantas, vio asomar dos lágrimas á sus ojos. Aquellas lágrimas llenaron de amargura el corazón


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO XII La justicia de un padre. iFíciL era traslucir en el semblante de donManuel, los sentimientos que en aquellosinstantes combatían su corazón. Hosco, sombrío, con la cabeza inclina-da y la mirada fija en el tapiz que cubríael pavimento, parecía abstraído en profundas reflexiones,ageno á todo, hasta al dolor de su deshonra, que acababade saber. Sin embargo, su hija que permanecía arrodillada á susplantas, vio asomar dos lágrimas á sus ojos. Aquellas lágrimas llenaron de amargura el corazónde la joven. Guando un hombre como el señor de Medina lloraba,cuando un caballero de los más esforzados y valientes deaquellos tiempos, dejaba asomar el llanto á los ojos, cualsi fuese una débil mujerzuela, ¡qué profundo y desgarra-dor debía ser su pesar! —¡Padre mío!—gimió mejor que dijo doña Violante,rompiendo también en sollozos. 100 A. CONTRERAS Entonces el pobre anciano no pudo más; depuso su or-gullo, la fingida energia de que hacia alarde, y dando rien-da suelta á su desesperación y dejand


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