La Mujer . ermitencias á mediados de estesiglo, aun subsiste con sus alegres músi-cas, sus mascaradas inimitables, sus estu-diantinas y originales cantos allá en elmagnífico pasco del Prado. Y luego elentierro de la sardina! La tradicional compars i del Buey gor-do reinó en Paris aun después del im-perio que la instituyó. Conocéis esa fiesta? Su nombre lo dice:— Un buey gordo, el más gordo de Fran-cia,—como que se saca á concurso,—espaseado en triunfo por los principales bou-levares, adornado de guirnaldas como losreos que lleviban al sacrificio anti^uamen-le y acompanad(^ de carros i n los qu


La Mujer . ermitencias á mediados de estesiglo, aun subsiste con sus alegres músi-cas, sus mascaradas inimitables, sus estu-diantinas y originales cantos allá en elmagnífico pasco del Prado. Y luego elentierro de la sardina! La tradicional compars i del Buey gor-do reinó en Paris aun después del im-perio que la instituyó. Conocéis esa fiesta? Su nombre lo dice:— Un buey gordo, el más gordo de Fran-cia,—como que se saca á concurso,—espaseado en triunfo por los principales bou-levares, adornado de guirnaldas como losreos que lleviban al sacrificio anti^uamen-le y acompanad(^ de carros i n los que vandioses y semi dioses del paganismo. Esa^alegoría, remedo de la simbó ica consa-gración que los egipcios hacen con elbuey Apis, tiene su para losganaderos, pues que al dueño del bi(eygordo lo premia la municipalidad de Paríscomo estímulo de la mejora de la raza. Por lo demás, en el cerebro del mundointelectual, como llaman á la capital de ALBUM - REVISTA «LA MUJER». Francia, pasaría desapercibido el carna-val si no íuera por los incomparables éindescriptibles bailes de máscaras que sedan en el teatro de la Opera. Y nada tendría de extraño que pasaradesapercibido en una ciudad que vive encarnaval peroétuo. De todas las viejas naciones solo^ lacnerda Albión es la que nunca hizo nihace remarcable manifestación pública deesas fiestas consagradas por la religiónde todos los pueblos á la locura humana. Pareciera como que le avergonzara elapearse de su gravedad sempiterna paraentregarse á esas, que los ingleses llaman,vulgaridades ridiculas. Sin embargo, ocultos en el hogar sue-len hacer sus festejos consagrados á lasdivinidades gentiles y aun suelen permi-tirse algun. s bailes populares que dan unatriste idea de cómo en Lóndres se recuer-da el carnaval. * * * Respecto á los países de la América delSud siempre fueron las repúblicas del Pla-ta las primeras en conjuntos de numero-sas comparsas y mascaradas, en adornos de sus


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