La Mujer . ALBUM - REVISTA <• LA MUJER » CINEMATÓGRAFO AMBULANTE D i LA VIDA INTIMA Hay hombres que nacen con buena es-trella, y otros de los que bien puede de-cirse que nacen estrellados. Mi amigo don Eleuterio Pelotón, es unode los últimos. Desde que se casó con doña Petronila—y de ello hace ya la íriolera de veinti-siete años -no ha tenido, probablemente,un solo día completo de felicidad, y noporque por hombre de bien no lo merezca,pues lo es á carta cabal, sino porque conuna esposa como la suya la telicidad esimposible. Antagonismo de carácter quizá,pero el hecho es positivo. Doña Petro


La Mujer . ALBUM - REVISTA <• LA MUJER » CINEMATÓGRAFO AMBULANTE D i LA VIDA INTIMA Hay hombres que nacen con buena es-trella, y otros de los que bien puede de-cirse que nacen estrellados. Mi amigo don Eleuterio Pelotón, es unode los últimos. Desde que se casó con doña Petronila—y de ello hace ya la íriolera de veinti-siete años -no ha tenido, probablemente,un solo día completo de felicidad, y noporque por hombre de bien no lo merezca,pues lo es á carta cabal, sino porque conuna esposa como la suya la telicidad esimposible. Antagonismo de carácter quizá,pero el hecho es positivo. Doña Petronila acariciaba en sus bue-nos tiempos de soltería la risueña ilusiónde que el hombre que tuvise la suerte deser su marido no sería un hombre vulgar,sino que pertenecería á la privilegiadaclase de personaje de alta figuración, yaen la ciercia^ el arte ó la política, que áélla la elevase al preciado rango de mu-. jer envidiada. Pero don Eleuterio no hanacido para sabio ni para político de figu-ración. Dueño de una modesta fortuna he-redada y de modestas aspiraciones, miamigo no se sintió nunca con ánimo su-ficiente para abordar empresas donde pu-diera hallar el renombre codiciado por suesposa. Y esto desespera á doña Petronilaá tal punto, que no pasa día sin que apro-veche algún momento para echar en caraá su esposo lo que ella llamaba teUica-mente su «obtusidad cerebraica» y otroscalificativos por el estilo que el buen hom-bre soporta con resignación admirable. —Pero, hombre—le dice en esos momen-tos doña Petronila,—¿vas á consentir quesigamos viviendo en esta medianía, sin quetrates de conseguir un nombre que seapronunciado con admiración, por el quesea yo admirada con envidia y tus hijaspuedan fiar en un porvenir tal como selo merecen? - El cuotidiano sermón no te falta. — No te gusta porque no eres hombre. --¿Y qué he de hacer yo?—Un hombre que no sabeserlo


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