La Mujer . solo sobrevive uno. Falleció en las Lomas de Zamora, el 4 de ]\Iarzo de1839, en una valiosa propiedad rural, fruto de su labor,que dirigía y habitaba, á la edad de 64 años. Su nombre ha sido equivocado por la mayor parte delos que han descrito los sucesos de aquella época, cam-biándolo por el de Martivi y dándole por apellido Balleste-ros. Hasta el mismo general Liniers, en documentos desu puño y letra, que hace constar algunos de sus servicios,le agrega un segundo apellido, y dice:—Antonio LucianoBallester tj Bocha. El primer error depende de que el padre le llama])aMartincito, rec


La Mujer . solo sobrevive uno. Falleció en las Lomas de Zamora, el 4 de ]\Iarzo de1839, en una valiosa propiedad rural, fruto de su labor,que dirigía y habitaba, á la edad de 64 años. Su nombre ha sido equivocado por la mayor parte delos que han descrito los sucesos de aquella época, cam-biándolo por el de Martivi y dándole por apellido Balleste-ros. Hasta el mismo general Liniers, en documentos desu puño y letra, que hace constar algunos de sus servicios,le agrega un segundo apellido, y dice:—Antonio LucianoBallester tj Bocha. El primer error depende de que el padre le llama])aMartincito, recordando la pérdida de un hijo de ese nom-bre, que había querido mucho. El segundo i)roviene de que siendo muy rubio elpadre, sus amigos catalanes, al despedirse de él, le decíanadiós rosch: lo que las gentes que lo oían trasformaron enRocha. Proviene también de ahí, el nombre de la Vueltade Bocha, que formaba parte de su gran quinta sobre elRiachuelo de la Boca y Barracas. MUSEO HISTÓRICO. COIíONKI. ISIDORO SfWHKZ ALBUM - REVISTA LA MUJER L. E j A. isr -A. Sentado ante su escritorio, cubierto de pa-peles y libros, con la mirada fíja en el vacio,la cabeza ligeramente inclinada en el respaldode la silla, un joven, sobre cuyos labios vagamelancólica sonrisa piensa, y asi como lleganlas enfurecidas olas de un mar agitado á laarenosa playa, llegan á su memoiia los re-cuerdos quejidos. los recuerdos del nhnn ydel corazón. En su pálida y es])aciosa frente están im-presas las huellas de una tristeza infinita com-parable únicamente con la que produce á vecesel desencanto de unadorada ilusión en laque liabiamos cifradonuestra dicha y nues-tra gloria. Piensa sin duda enel bello ideal de sussueños de oro, en suquerida que lo ama yque lejana, muy lejana,por él suspira, reveecon los ojos de lamente los espirantestristes del ocaso deesa tarde llena de eflu-vios y de aromas enque ella estremeciday roja le decia porprimera vez: «te amo»;se recuerda con deleitee


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