La Mujer . » Sapiens saludó modestamente, y hubo un murmulio de aprobación que ahogaron los otros de éstos, el licenciado Muceta, le interrogó conademane-; descompuestos: —¿No afirmas que el genio es una enfermedad. —Así lo aseguran autores afamados. —¿V quieres reproducirla, miserable, cuando seTía extinguido felizmente, en España, hace ya tiempo? —-La administro en cultivos atenuados. —Sapiens, explica tu sistema. —Inyectando el bacilo de Hismark en un Jumentoobtengo un bacilo más suave, qu^, inoculado al espa-ñol, lo da facultades de jefe de partido; si ese bacilole atenúo en


La Mujer . » Sapiens saludó modestamente, y hubo un murmulio de aprobación que ahogaron los otros de éstos, el licenciado Muceta, le interrogó conademane-; descompuestos: —¿No afirmas que el genio es una enfermedad. —Así lo aseguran autores afamados. —¿V quieres reproducirla, miserable, cuando seTía extinguido felizmente, en España, hace ya tiempo? —-La administro en cultivos atenuados. —Sapiens, explica tu sistema. —Inyectando el bacilo de Hismark en un Jumentoobtengo un bacilo más suave, qu^, inoculado al espa-ñol, lo da facultades de jefe de partido; si ese bacilole atenúo en otro asno, con su producto sólo consigogobernadores de provincia y caballeros grandes cruces;á la tercera atenuación nologro sino concejales, poe-tas de charada y empresarios de teatro, v á la cuarta,sacristanes, limpiabotas y serenos: nadie quiso ensa-yar la quinta, y trayend» conmigo el cultivo décimo,pregunto: ¿hay quién se preste á la prueba en pro-vecho de la ciencia?. Todos nos mirámos, animándonos los unos á losotros, conviniendo en que correspondía hacerla á al-gún mendigo qu? quisiera ganar una peseta. Un po-bre aceptó, diciendo al tribunal: ! —Cuando era rico hubiera propuesto lo mismo quevosotros: el pobre es el conejo de Indias de los Hos-pitales, su estómago la retorta de lo» experimentosatrevidos y las vitrinas de los Museos el panteón (Jesn osamenta. Las momias del Pacífico reposan en cu-clillas: casi todos los muertos yacen tendidos á la lar-ga; sólo el esqueleto del pobre espera en pie la resu-rrección de la carne. Y se sometió dócilmente á recibir la picadura. —¿Qué siente usted? —le preguntó Sapiens ter-minada la punción: peroel pobre había perdido lapalabra. —Exprésese usted porseñas. El pobre se volvió deespaldas, derribó de unacoz al presidente, y em-prendiendo un trotecilloborriquero, salió á la ca-lle rebuznando, mientrastodos exclamábamos: — ¡Qué degeneracioneslas del geniol —


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