. España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . olocada bajo un tem-plete de lo mismo, del más puro estilo ojival primario, coronadopor pináculos y una esbelta torre central con un ángel por re- (1) Moret. Anal., Lib. XXII, c. III, § II. 220 NAVARRA mate. Rodean la urna, en la cual se halla colocada la Santa Espina, las figuras delos personajes que se-gún el sagrado textoasistieron al entierrodel Salvador, y ensus ángulos están lossoldados romanosque lo hermoso objetode la orfebrería délaIsla de Francia ó delDominio Real deltiempo de San Luís,se hallaba lastimosa-


. España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . olocada bajo un tem-plete de lo mismo, del más puro estilo ojival primario, coronadopor pináculos y una esbelta torre central con un ángel por re- (1) Moret. Anal., Lib. XXII, c. III, § II. 220 NAVARRA mate. Rodean la urna, en la cual se halla colocada la Santa Espina, las figuras delos personajes que se-gún el sagrado textoasistieron al entierrodel Salvador, y ensus ángulos están lossoldados romanosque lo hermoso objetode la orfebrería délaIsla de Francia ó delDominio Real deltiempo de San Luís,se hallaba lastimosa-mente desfiguradocuando hicimos el pri-mer viaje á Pamplo-na. Nuestro ilustradoamigo el señor Mer-cader, Provisor delObispado á la sazón,con la sagacidad quele distingue, y guiadopor el buen gustoartístico de que tienedadas relevantespruebas en variasrestauraciones ejecu-tadas en la Catedralde Pamplona, com-prendió, mientras PAMPLONA.—Catedral.—Relicario . examinábamos jun-tos la curiosa alhaja, que algo de anormal y bastardo había. NAVARRA 221 en ella. Era nada menos que una pieza vertical, en forma detubo, donde inoportunamente había sido colocada la reliquiasacándola déla urna ó sepulcro: pieza que tapaba y desfigura-ba todo un costado del lindo y diáfano templete gótico. Bastóleun cuarto de hora para quitar aquel pegote con unos alica-tes, y la alhaja recobró su ser y su elegancia primitiva. Otras reliquias había salvado también de la destrucción lapiedad de los pamploneses. Cuando la Sede iruniense fué restau-rada en el siglo xi y volvieron de Leyre á Pamplona los precio-sos objetos que allí se habían librado del furor de los sarrace-nos, vinieron por primera vez á la capital del reino los restos delas dos santas mártires Nunilo y Alodia, que el rey Iñigo Jiménezhabía hecho recoger hallándose en aquel famoso y antiguo Mo-nasterio con el obispo Wilesindo. Las dos santas vírgenes inmo-ladas en Huesca en el año 851 al furor de Ab


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