Revista Católica . de él. Señor y carísimo Padre:— Esta es la ultima carta que le escribo. La hora solemneha llegado. Adiós. Yo os emplazo á todos, los que meauiais, djuntarnos en el cielo. Yo confio en la misericor-dia de .íesucristo, y tengo una firme cs^Deranza de que élme ha perdonado mis innumerables pecados. Ofrezco contodo mi corazón mi sangre y vida por amor de mi amadoDueño, y de esas queridas almas, á quienes muy de bue-na gana me hubiera desvelado en servir con todas mis fuer-zas; y de todo corazón perdono á todos y á cada uno de losque en su conciencia sienten de haberme causado al


Revista Católica . de él. Señor y carísimo Padre:— Esta es la ultima carta que le escribo. La hora solemneha llegado. Adiós. Yo os emplazo á todos, los que meauiais, djuntarnos en el cielo. Yo confio en la misericor-dia de .íesucristo, y tengo una firme cs^Deranza de que élme ha perdonado mis innumerables pecados. Ofrezco contodo mi corazón mi sangre y vida por amor de mi amadoDueño, y de esas queridas almas, á quienes muy de bue-na gana me hubiera desvelado en servir con todas mis fuer-zas; y de todo corazón perdono á todos y á cada uno de losque en su conciencia sienten de haberme causado algúndaño. No dejen por esto do rogar por mí, creyendo que ya nohe menester de sus oraciones; esta sui^osicion me seria demuclio perjuicio; sigan pidiendo, les sui^lico, por mí en elacatamiento de Dios; estén seguros que, como les he prome- tlfio, el el Beñor tuviere ralserlconlía de ral alma, y mo (Jé algún poder en su divina presencia, nunca me olvidaré detodos y cada uuo. {Se continuará).. POR ELRev. Padre ílaiaai «Ie§é FraileoDe la Compañía de Jesús.{Continuación) V. Lía Étc8asaci©ís íísiíe Xerou. A una llora muy avanzada de cierta mañana salía elPríncipe de la Casa de oro, en la que, como de cos-tumbre, habia pasado la noclie entre la orgía, bajouna lluvia de flores y en medio de un diluvio de aro-mas; y ávido de variar de solaz se dirigía al palaciodel Vaticano, en donde después de un breve descansosolía entrar en el Circo y recorrer los jardines paraacabar de pasar el día. Mas al desembocar, con suacompañamiento de cortesanos, desde la vía Sacra alPoro, un poco más allá del Jauo inferior. Nerón viosalir de una estación municipal j dirigirse á su en-cuentro una mucliedumbre de pueblo, en su mayorparte judíos, á cuya cabeza iba Simón, el cual acer-cándose le dijo: —Óptimo César, te pido justicia en un asunto ca-pital. Había pasado ja, e; tiempo en que Nerón, á imita-ción de sus predecesores, pasaba largas


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