Historia de la Villa y Corte de Madrid . l cuartelillo de la plazuela de Antón Martin, y con ademan re-suelto comenzó á pasear la calle. Indignado de tanto atrevimiento el oficial que man-daba la guardia, se acercó al desconocido, y en breves palabras le preguntó: ¿Nosabe usted la orden que ha dado Su Majestad?—Sí que la sé, respondió el pai-sano.—Pues ¿por qué no la obedece usted? repuso el oficial.—Y desvergonzadamen-te replicó el otro: Porque no me da la gana. Tiró el oficial de la espada, echó manoel desconocido de otra que llevaba oculta; acudieron los soldados de la guardia; á unsilbido


Historia de la Villa y Corte de Madrid . l cuartelillo de la plazuela de Antón Martin, y con ademan re-suelto comenzó á pasear la calle. Indignado de tanto atrevimiento el oficial que man-daba la guardia, se acercó al desconocido, y en breves palabras le preguntó: ¿Nosabe usted la orden que ha dado Su Majestad?—Sí que la sé, respondió el pai-sano.—Pues ¿por qué no la obedece usted? repuso el oficial.—Y desvergonzadamen-te replicó el otro: Porque no me da la gana. Tiró el oficial de la espada, echó manoel desconocido de otra que llevaba oculta; acudieron los soldados de la guardia; á unsilbido que díó el paisano, salieron hasta otros treinta de las calles inmediatas, y tra-bándose breve refriega entre unos y otros, los del pueblo desarmaron á los soldados,y envanecidos de su triunfo, subieron la calle de Atocha arriba, blandiendo las armas^-rilando desaforadamente: Muera Esquilache! Viva el Rey! Vivan los españoles!?•?e curiosos y aficionados, á pocos pasos se aumentó el tumulto de manera que. SEGUNDA PARTE, CAP. Vil. 241 era ya numeroso cuando Ileg-ó á la plazuela del Aug-el. Do pronto apareció una berli-na de dos muías, paróse, y sacando la cabeza por la ventanilla una persona que ibadentro, dijo tá los que rodearon el coche: Seguid, seguid la liebre, que ella se, cansa-rá; y al propio tiempo empezó á repartir papeles entre la multitud, que eran, como sevio después, una especie de reglamento ó programa *, en que se prevenía al pueblo loque habia de hacer, lo que era minester pedir y cuanto [)od¡a facilitar el logro de supropósito. Estaba pues preparado aquel g-olpc de antemano, por más que el primer con-flicto pareciera casual, y el bando del dia 10 la causa determinante. El g-rupo formado enla calle de Atocha, al llegar á la Plaza Mayor, era ya un verdadero tumulto; y aumen-tado allí con los que por curiosidad, ó en cumplimiento del empeño contraído, acu-dían de los diferentes extremos de la población, en poco ti


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