La Mujer . se le obligó á los empleados de Correos y Te-légrafos—y de esto no acuso al honorable doctorGarcía Fernández,—se le obligó, digo, á pagar las blusas ó sacos que se preparaban para, esto ó lo otro porque los empleados de Correos y Télégrafos debían (ypagaron) y estaban obligados á usar de esas blusas poraltas consideraciones de buena administración. (Hoyque la pacotilla se ha liquidado ya no deben ni es-tán obligados los empleados de Correos y Telégrafosá usar de esas fundas por las mismas razones que setuvieron para que las usaran). Pero, sí, creo—con toda sinceridad—que la tal or-d


La Mujer . se le obligó á los empleados de Correos y Te-légrafos—y de esto no acuso al honorable doctorGarcía Fernández,—se le obligó, digo, á pagar las blusas ó sacos que se preparaban para, esto ó lo otro porque los empleados de Correos y Télégrafos debían (ypagaron) y estaban obligados á usar de esas blusas poraltas consideraciones de buena administración. (Hoyque la pacotilla se ha liquidado ya no deben ni es-tán obligados los empleados de Correos y Telégrafosá usar de esas fundas por las mismas razones que setuvieron para que las usaran). Pero, sí, creo—con toda sinceridad—que la tal or-denanza tendente á agradar á un alto personaje quese ha metido á empresario de coches de plaza con li-brea, es arbitraria v repugnante. Salta á la vista, por más que se hayan valido pa-ra dictarla de triquiñuelas ó efugios confesables de lapropia falta. Seamos francos. Un buen día de verano se vió laAvenida de Mayo ocupada por carruajes de alquilerque llamaban la atenció


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