Historia de la Villa y Corte de Madrid . or-tas, y deteniéndose tanto en algunos puntos, que tardó un mes en llegar á la fronterade Cataluña. En Barcelona primero, y en Zaragoza después, permaneció también bas-tantes días, de suerte que era ya el 13 de enero de 1703 cuando llegó á ábale en esta ciudad la Reina, y juntos se encaminaron el día 16 á Alcalá, hastadonde se habían adelantado todos los personajes de la Corte. El 17, habiendo descan-sado breve tiempo en la Alameda, entraron por fin en Madrid, enmedio de un inmen-so gentío y de ruidosas y entusiastas aclamaciones. Iba


Historia de la Villa y Corte de Madrid . or-tas, y deteniéndose tanto en algunos puntos, que tardó un mes en llegar á la fronterade Cataluña. En Barcelona primero, y en Zaragoza después, permaneció también bas-tantes días, de suerte que era ya el 13 de enero de 1703 cuando llegó á ábale en esta ciudad la Reina, y juntos se encaminaron el día 16 á Alcalá, hastadonde se habían adelantado todos los personajes de la Corte. El 17, habiendo descan-sado breve tiempo en la Alameda, entraron por fin en Madrid, enmedio de un inmen-so gentío y de ruidosas y entusiastas aclamaciones. Iba don Felipe á caballo, al estri-bo de la carroza de la Reina, á quien acompañaba la princesa de los Ursinos. Al sí-guíente día se dirigieron ambos esposos, según costumbre, al santuario de Atocha, es-merándose los madrileños, no sólo en el ornato de la carrera, sino en las iluminacio-nes con que festejaron el regreso del monarca. La defección del Almirante había puesto en gran confusión á la Corte; siendo de. [Ln-il ¡Uu-I SEGUNDA PARTE, CAP. I. 23 temer que no fuese aquel acontecimiento un proyecto aislado, sino que dependiera deotros más encubiertos y transcendentales. Para defenderse mejor de tales maquinacio-nes, determinó don Felipe encargarse exclusivamente del despacho de los negocios, yno dar entrada en su gabinete particular ni aun al mismo Portocarrero, lo cual hizopresumir que habia este desmerecido del favor que gozaba en otro tiempo. No era en-teramente infundada la sospecha: unido el antiguo regente con el cardenal Estrées,embajador en Madrid de Luis XIV, con un abate, sobrino de éste, y con Louville yDaubenton, favorito el uno, y confesor el otro de don Felipe, trataron, si no de anularpara siempre, de neutralizar á lo menos el infliijo que ejercía la princesa de los Ursi-nos. Valiéronse al efecto del monarca francés, que como altivo é impresionable, exi-gió la separación de esta señora; mas con tan resuelto empeño se opu


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