La captura de Sorocaima . iedra yle dió a beber en una vasija de barro cocido ellicor de los guerreros, llamado cachiri. Soro-caima se llevó la vasija a la boca y apuró sucontenido hasta la última gota, a tiempo quetodos los presentes iniciaban a su alrededor unadesenfrenada y demoníaca danza. Cuando éstaterminó, los guerreros se postraron de hinojosante el nuevo cacique mientras el piache colo-caba en su pecho una hermosa piedra azul dePaují, pronunciando estas palabras: —¡Oh gran Sorocaima!, por mandato de misantepasados te entrego esta piedra azul, emblemasagrado de nuestra tribu, que te co


La captura de Sorocaima . iedra yle dió a beber en una vasija de barro cocido ellicor de los guerreros, llamado cachiri. Soro-caima se llevó la vasija a la boca y apuró sucontenido hasta la última gota, a tiempo quetodos los presentes iniciaban a su alrededor unadesenfrenada y demoníaca danza. Cuando éstaterminó, los guerreros se postraron de hinojosante el nuevo cacique mientras el piache colo-caba en su pecho una hermosa piedra azul dePaují, pronunciando estas palabras: —¡Oh gran Sorocaima!, por mandato de misantepasados te entrego esta piedra azul, emblemasagrado de nuestra tribu, que te confiere elmando, la fuerza, la astucia y te preservará delos malos espíritus. Todos los presentes prorrumpieron en gritosy exclamaciones de alegría besando la PiedraSagrada en señal de obediencia al nuevo cacique,mientras éste, levantando los brazos exclamó: —¡Oh gran Guaicaipuro que vives y palpitasen la sangre y el corazón de todos nosotros,ilumina y guía nuestras vidas! ¡Ven junto a mí — 26 —. y ayúdame en esta hora solemne pues sólo asípodré ser digno de la confianza que tú y tu pueblome han generosamente otorgado! ¡Tengo concien-cia de la alta misión que me corresponde desem-peñar. Tu ejemplo será siempre mi norte. Com-batiré con el mismo ardor con que tú combatíasy si los espíritus han dispuesto que caiga tambiéncomo tú, bajo el golpe alevoso del enemigo, serádefendiendo estas tierras, a este pueblo que esmi propio corazón! —¡Contigo, Guaicaipuro, aprendí a manejarla macana y a disparar las flechas con destreza;tus seguros pasos seguí siempre a través de mon-tes y valles; a tu lado me hice hombre, a tiempoque también hice mía tu altivez y tu orgullosaindependencia que no deja de repetirme cadadía: ¡vale más morir por su pueblo que viviresclavizado! —¡Duerme en paz, Gran Cacique, y desde lasombra en que mora tu espíritu infunde en nos-otros el valor que necesitamos en esta triste yangustiosa hora! Terminadas las ce


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