. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. e no era posible du-dar de la verdad de lo que decía. Los celos y la cólera destrozaron el corazón de doñaLeonor. Supo disimularlo y tras una breve pausa dijo:—Os creo. Teresa es digna de que vos la améis. Luego, como dejándose llevar de ungenerosoimpulso,agregó: —Don Tomás, pues que vuestros amor perdí por mi 540 A. CONTRERAS culpa, quiero a! menos merecer vuestras amistad. ¿Sabéiscómo? Protegiendo vuestros amores. —¿Es posible?—exclamó Paredes admirado. —A mi casa venid mañana, hablaremos y os co
. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. e no era posible du-dar de la verdad de lo que decía. Los celos y la cólera destrozaron el corazón de doñaLeonor. Supo disimularlo y tras una breve pausa dijo:—Os creo. Teresa es digna de que vos la améis. Luego, como dejándose llevar de ungenerosoimpulso,agregó: —Don Tomás, pues que vuestros amor perdí por mi 540 A. CONTRERAS culpa, quiero a! menos merecer vuestras amistad. ¿Sabéiscómo? Protegiendo vuestros amores. —¿Es posible?—exclamó Paredes admirado. —A mi casa venid mañana, hablaremos y os conven-ceréis de que no os engaño. —Vendré—repuso el caballero. —Pues hasta mañana. — Dios os se alejóse pensando: — ¡Caso más particular! Doña Leonor entró en su palacio con la dueña, di-ciendo: — ¡Ah, el traidor! ¡Ah, el insensato! ¡Ama a otra y tienela osadía de decírmelo!... ¡Necio! El mismo me dá las ar-mas para mi venganza, y me vengaré... ¡Ay de él y ay deella! *-\ 1 CAPITULO XVIIl Afinidades misteriosas. OR una de esas misteriosas afinidades desentimientos, que son a veces origen degrandes pasiones, don Tomás no había sidoy indiferente a Teresa, sino todo lo ó por impresionar a la joven la bondad del ca-ballero, que abonó la brillante comitiva de que formabaparte para socorrerla. Después, pensando en esto, recordó su gentileza, snaposturas y la noble afabilidad de sus palabras! Todo esto hizo que pensase en él más de lo natural yque la imagen de Paredes quedara grabada en su memo-ria, más aún en su corazón. Al pronto, ella achacó todo aquello a era extraño que tanto pensase en quien tan buenoy cariñoso había sido para ella; pero Teresa no era tauinocente que no acabase por comprender muy pronto laverdadera índole de sus sentimientos. 542 A. CONTRERAS Para hacerse cargo de ellos, le bastó compararlos conlos que le inspiraba el poeta. También
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