La captura de Sorocaima . eño islote —aquel que ves allá hacia elponiente, dijo señalando con una mano exten-dida— en donde tengo una cabaña solitaria y unacría de zorros amaestrados para la cacería. Desdeese islote podrás contemplar el lago en toda suextensión y en toda su grandeza. Ya verás queno siempre está igual. Cambia ciertas horas está tranquilo y dulce, como túdices. En otras su luminosidad es tan grande quete ciega; hay momentos en que se cubre de unaligera niebla y aparece como triste, y de vezen cuando embravece terriblemente con el viento. —¿Y no te inspira temor,


La captura de Sorocaima . eño islote —aquel que ves allá hacia elponiente, dijo señalando con una mano exten-dida— en donde tengo una cabaña solitaria y unacría de zorros amaestrados para la cacería. Desdeese islote podrás contemplar el lago en toda suextensión y en toda su grandeza. Ya verás queno siempre está igual. Cambia ciertas horas está tranquilo y dulce, como túdices. En otras su luminosidad es tan grande quete ciega; hay momentos en que se cubre de unaligera niebla y aparece como triste, y de vezen cuando embravece terriblemente con el viento. —¿Y no te inspira temor, Mariara, navegartú sola en esa pequeña curiara hasta tan lejos? —El lago es mi vida —respondió Mariara—.No tiene secretos para mí. Conozco todas susislas, sus ensenadas, sus bajos, sus abismos, ladesembocadura de los innumerables ríos que enél vierten sus aguas, los peces que lo habitan,los pequeños caimanes inofensivos y juguetonesque suben a la superficie mostrando sus hocicos — 36 —.


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