. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. o: las pisadas de caballos oíanse cada vez máspróximas. Hurtado intentó ayudar á la reina á levantarse; perotampoco consiguió nada, y al más leve movimiento quehacia lanzaba penetrantes y comprometedores gritos dedolor. Al caer se había lesionado las piernas. ¿Qué hacer en lance tan apurado? El caballero arrepentíase, aunque tarde, de haber ce-dido á las insinuaciones de D.^ Juana. Su condescendencia podía costarle muy cara. Pero como ya no le era posible retroceder, decidió ju-gar el todo por el t
. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. o: las pisadas de caballos oíanse cada vez máspróximas. Hurtado intentó ayudar á la reina á levantarse; perotampoco consiguió nada, y al más leve movimiento quehacia lanzaba penetrantes y comprometedores gritos dedolor. Al caer se había lesionado las piernas. ¿Qué hacer en lance tan apurado? El caballero arrepentíase, aunque tarde, de haber ce-dido á las insinuaciones de D.^ Juana. Su condescendencia podía costarle muy cara. Pero como ya no le era posible retroceder, decidió ju-gar el todo por el todo. —Haced un esfuerzo,—dijo;—reprimid vuestros gemi-dos y dejad que en mis brazos os lleve hasta donde espe-ran nuestros caballos. No nos queda otro remedio queseguir adelante. Si nos descubren, yo os defenderé. La reina avínose á lo que el caballero le proponía. —Vamos,—repuso. Y mordióse los labios para ahogar los gritos que learrancaba el dolor. Hurtado la levantó en sus brazos, no sin gran es-fuerzo. Acudió su escudero á ayudarle, y entre los dos lleva-.
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