La Mujer . e salía por los poros: — Cavó el pez en la remanga! Ven! — .Sí? —preguntó Antolin desperezándose yun brinco de la cama, púsose los , señor, veamos. Y siguió al rector, que esgrimía en su diestra unassoberanas disciplinas. Todos los demás dormían aún. Llegaron al refec-torio y el rector, como si hubiese ganado la batallade Marntón, le dijo á Antolin señalándole unas hue- _ lias que estaban Bienimpresas en la harinadesparramada: —Mira! Qué te pa-rece? —Qué pata, señor,será la que puso estehuevo!.. Es un zapa-to herrado y por lasdimens —Quién te imagi-nas


La Mujer . e salía por los poros: — Cavó el pez en la remanga! Ven! — .Sí? —preguntó Antolin desperezándose yun brinco de la cama, púsose los , señor, veamos. Y siguió al rector, que esgrimía en su diestra unassoberanas disciplinas. Todos los demás dormían aún. Llegaron al refec-torio y el rector, como si hubiese ganado la batallade Marntón, le dijo á Antolin señalándole unas hue- _ lias que estaban Bienimpresas en la harinadesparramada: —Mira! Qué te pa-rece? —Qué pata, señor,será la que puso estehuevo!.. Es un zapa-to herrado y por lasdimens —Quién te imagi-nas que puede ser? — Juraríaque es el gallego portero. — .Acertaste. Vamos á su covacha ya verá loque le espei a . .. Y se dinjieron al cuarto del port^-^—Ronca, ronca ! -- decía el rector, esgri-miendo siempre el ins-trumento azotante. Abrieron sigilosa-mente la puerta y vieronque, efectivamente, elalma de Dios del quebuscaban dormía ii pier-na


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