La Mujer . Colegio Normal, según decía; pero no sirviéndome denada ó no comprendiendo, se fué. —¡Ya lo creo! —¿Eh? Me despedí sin tomar mayores informes con tentacionesde tacar/a; pero al recordar aquella fisonomía tan bonda-dosa y al pensar en los cuarenta años de enseñanza, medije: —Para el tiempo que ha de vivir, y qué diablos, otraspeores ha de Y la anoté... ¡buena! De allí pasé á un magnífico edificio de dos cuerpos, cuyoalquiler pagaba el uno de esos colegios fundados por Sarmiento con el nombre de Jardines de Infantes. Me recibió una jóven lindísima,de maneras distin


La Mujer . Colegio Normal, según decía; pero no sirviéndome denada ó no comprendiendo, se fué. —¡Ya lo creo! —¿Eh? Me despedí sin tomar mayores informes con tentacionesde tacar/a; pero al recordar aquella fisonomía tan bonda-dosa y al pensar en los cuarenta años de enseñanza, medije: —Para el tiempo que ha de vivir, y qué diablos, otraspeores ha de Y la anoté... ¡buena! De allí pasé á un magnífico edificio de dos cuerpos, cuyoalquiler pagaba el uno de esos colegios fundados por Sarmiento con el nombre de Jardines de Infantes. Me recibió una jóven lindísima,de maneras distinguidas, vestidacon suma elegancia y sencillez ypeinada con esmero. Me mostró las clases, me dió uncurso sobre la moderna pedagogía, sobre las institucio-nes norte-americanas, tocó admirablemente el piano yme probó que sabia varios idiomas. Y todo eso para educar á cinco pebefines!... Y qué culpa tenía ella de que el más moderno de lossistemas aún no se hubiera propalado^. Tiempo vendría y mientras venia, en lugar de vacaríale pondré inmejorable. E indudablemente la tal preceptora era bella. De allí pasé á otro:—el antitesis: — un salón sucio,desmantelado, con piso de ladrillos, paredes húmedas,oscuro.,. Una jóven flaca como un hueso y fea como un mono,me dijo, con voz acatarrada: —Yo soy la preceptora. Y, usted, ¿quién és? —¿El sub-inspector que viene?... —¿De higiene? Ah, señor, no es mía la culpa —No, señorita; soy el subTÍnspectur de escuelas —¡El sub-inspector de escuelas!...—exclamó con chilli-dos de cotorra,—i niños, levántense ustedes y saluden alsub-inspector de escuelas! Los niños, que formaban una veintena, se levantarony me saludaron con movimientos exagerados, mientrasla preceptora haciéndome grandes reverencias, continuóá boca de jarro: —Yo estoy muy recomendada. El señor N. N. (aquíme dió el nombre de una personalidad) y don Z. Z. ¿otraperso


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