Historia de la Villa y Corte de Madrid . lí su asiento; los pueblos dela Mancha servían de teatro á las correrías de unos y otros guerrilleros; Castilla y lasdemás provincias no podían tampoco librarse de sus repentinas excursiones; y to-das estas contrariedades y peligros que hubieran debido inspirar prudencia y sensatezá los defensores de Isabel II, unidos por tantos intereses y vínculos comunes, sólo ser-vían para fomentar entre ellos el espíritu de división, y alejar de los partidos, delejército y del pueblo toda idea de obediencia y de disciplina. Verdad es que no reina-ban mayor conformi


Historia de la Villa y Corte de Madrid . lí su asiento; los pueblos dela Mancha servían de teatro á las correrías de unos y otros guerrilleros; Castilla y lasdemás provincias no podían tampoco librarse de sus repentinas excursiones; y to-das estas contrariedades y peligros que hubieran debido inspirar prudencia y sensatezá los defensores de Isabel II, unidos por tantos intereses y vínculos comunes, sólo ser-vían para fomentar entre ellos el espíritu de división, y alejar de los partidos, delejército y del pueblo toda idea de obediencia y de disciplina. Verdad es que no reina-ban mayor conformidad de miras ni mejor acuerdo entre los que seguían las banderasdel Pretendiente. Ni aun como pronóstico hubiera sido entonces aventurado afirmarlo así, supuestoque en el siguiente año se consumó la catástrofe que al obcecado príncipe triunfos que logró el ejército de la Reina acabaron de desorganizar las huestescarlistas, cansadas ya de la estéril lucha que sostenían. Enemistados unos con otros los. -^ i SEGUNDA PARTE, CAP. Xlll. 437 jefes que las acaudillaban, y cediendo ú las rivalidades que existían entre los vlzcaioosy castellanos, entre el partido clerical, por burla dicho apostólico, y el de los que sus-tentaban principios más ilustrados, llegó el caso de deshacerse estos de aquellos por me-dio de sangrientas ejecuciones. El general en jefe don Rafael Marolo fusiló ú algunos delos corifeos del bando opuesto, se rebeló contra la autoridad de su rey, y le forzó ádesdecirse en un manifiesto de otro en que le habia apellidado traidor y araenazádolecon su castigo. Con esto feneció la causa del carlismo á manos de los que más interesadosestaban en su defensa; porque temeroso Maroto de la reacción que naturalmente debiaproA^ocar su audacia, entró eu tratos con sus enemigos y les ofreció deponer las armas,si reconociao á los suyos los grados y empleos que se habían dado, y quedaban subsis-tentes los fueros de aquellas prov


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