. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO XXXI ¡Culpable!. LORABAN aún abrazados Teresa y su supues-to padre, cuando D. Tomás se presentó áellos, penetrando en la cámara sin previoanuncio. La joven al verle saltó del lecho, dondela habían depositado para mejor auxiliarla, y corrió á suencuentro, arrojándose en sus brazos. Paredes no la rechazó; antes bien la estrechó en ellos»pensando: —Guando á mis brazos viene, como buscando amparoy á mis plantas no cae demandándome perdón, señal esde que no se considera culpable. Y la esperanza


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO XXXI ¡Culpable!. LORABAN aún abrazados Teresa y su supues-to padre, cuando D. Tomás se presentó áellos, penetrando en la cámara sin previoanuncio. La joven al verle saltó del lecho, dondela habían depositado para mejor auxiliarla, y corrió á suencuentro, arrojándose en sus brazos. Paredes no la rechazó; antes bien la estrechó en ellos»pensando: —Guando á mis brazos viene, como buscando amparoy á mis plantas no cae demandándome perdón, señal esde que no se considera culpable. Y la esperanza renació en él y volvió á creer posiblela dicha, después del necesario castigo del supuesto ca-lumniador. Leandro á su vez, tendió también los brazos al noblecaballero, diciéndole entre sollozos: A. CONTRERAS 633 — ¡Piedad y protección para mi infortunada hija! Tampoco esto era pedir indulgencia; era solo solicitaramparo y defensa para la desgracia. Las esperanzas de D. Tomás reanimáronse aún más. —Piedad y protección no han de faltar á la que minombre lleva,—respondió,—s


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