Paginas escogidas . aco-modarse con los acontecimientos y la tiranía y con todoslos vicios de una sociedad vieja y enferma. En el fervordel patriotismo y el fuego de la juventud, no sé si crióesta conjuración de Catilina que hiere con tanta buenafe, y que trae combates y triunfos. Su mujer, Terencia,le fuerza a degollar a Léntulo y a otros conjurados enJa prisión. Hombre dulce y tímido, la sangre de estos 124 PAGINAS ESCOGIDAS facciosos a quienes protegía la Ley Semprenia, le siguiódurante su vida y dió pretexto a las persecuciones deClodio. De pronto el entusiasmo de los caballeros leofuscó y


Paginas escogidas . aco-modarse con los acontecimientos y la tiranía y con todoslos vicios de una sociedad vieja y enferma. En el fervordel patriotismo y el fuego de la juventud, no sé si crióesta conjuración de Catilina que hiere con tanta buenafe, y que trae combates y triunfos. Su mujer, Terencia,le fuerza a degollar a Léntulo y a otros conjurados enJa prisión. Hombre dulce y tímido, la sangre de estos 124 PAGINAS ESCOGIDAS facciosos a quienes protegía la Ley Semprenia, le siguiódurante su vida y dió pretexto a las persecuciones deClodio. De pronto el entusiasmo de los caballeros leofuscó y sedujo; soñóse un héroe, invitó a los oradoresy poetas a celebrar su consulado; lo celebró él mismoy hasta se creyó superio% a Pompeyo: (De la Revista Literaria, págs. 430-432; 450-455 y472-474). (1) No concluyó González este estudio sobre. la elo-cuencia romana. Entre sus papeles se han encontrado las pá-ginas sobre la elocuencia francesa que insertamos a continuación^ Cedant arma togae (i). 125 JUAN VICENTE GONZALEZ MIRABEAUORADOR Y HOMBRE DE ESTADO El hombre que piensa tiene dos patrias, aquellaen que el cielo le hizo nacer y la Francia, el país delpensamiento. Se familiariza un hombre con los gran-des escritores de Italia; profundiza los tesoros litera-rios de Inglaterra y Alemania; pero él sabe que es unaobra extranjera la que admira: las ideas,- los caprichos,los idiotismos, permítaseme la expresión del pensa-miento, las bellezas mismas, no son cosmopolitas; seimitan oficialmente, y todos observan la imitación. Perocuando se leen los autores franceses, algo hay en ellosque nos arrebata y atrae poderosamente: los sistemasse convierten en frases graciosas que nos seducen o envictoriosos raciocinios que nos someten; las abstraccio-nes alemanas se hacen risueñas y se humanizan losarranques egoístas de Inglaterra. Cada pensamiento deun escritor francés da la vuelta al mitná%. La escuela literaria francesa ha imperado en Es-paña, dominado en It


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