La captura de Sorocaima . ás! ¡La victoria es de nosotros! Garci-González enrojeció de ira. No esperabaque Sorocaima lo engañara de ese modo, y en elcolmo de la furia le gritó: —¡Maldito salvaje!, esta vez la has de pagarcaro. Si quieres la guerra la tendrás y no quedarávivo ninguno de ustedes. Y dirigiéndose a uno de sus soldados ordenó: —¡Cortádle una mano para que todos veande lo que es capaz Garci-González! —¡Infame, cobarde! —exclamó Sorocaima.—Eso y mucho más esperaba de tu crueldad.¿Crees que con amenazas o torturas vas a do-blegar mi espíritu? ¡Cuán equivocado estás! ¡Yome sacrifico go


La captura de Sorocaima . ás! ¡La victoria es de nosotros! Garci-González enrojeció de ira. No esperabaque Sorocaima lo engañara de ese modo, y en elcolmo de la furia le gritó: —¡Maldito salvaje!, esta vez la has de pagarcaro. Si quieres la guerra la tendrás y no quedarávivo ninguno de ustedes. Y dirigiéndose a uno de sus soldados ordenó: —¡Cortádle una mano para que todos veande lo que es capaz Garci-González! —¡Infame, cobarde! —exclamó Sorocaima.—Eso y mucho más esperaba de tu crueldad.¿Crees que con amenazas o torturas vas a do-blegar mi espíritu? ¡Cuán equivocado estás! ¡Yome sacrifico gozoso por mi pueblo! ¡Toma mismanos si las quieres, que de nada me sirven sino puedo con ellas estrangularte ahora mismo! Garci-González quedó desconcertado y per-plejo ante la resuelta y valerosa actitud de Soro-caima y después de algunos momentos de vaci-lación exclamó, ya sosegado: —Debería matarte por lo que has hecho, peroante todo yo soy hombre que sabe admirar la — 166 —. entereza y el valor de los demás. Por eso no teharé daño, pero custodiado por mis soldados verásdesde aquí la triste suerte que correrá tu pueblo. Mientras tanto Conopoima se había retiradoa su puesto de combate y dió comienzo a labatalla disparando sus flechas sobre el grupo,que se vió obligado a retirarse apresuradamenterefugiándose detrás de algunos árboles. En laconfusión del momento, Sorocaima trató de huir,pero fué rápidamente impedido por los soldadosy uno de ellos, antes que Garci-González pudieseevitarlo le cortó de un tajo la mano derecha. Sorocaima no se inmutó. Soportó el supliciocon el mayor estoicismo, y recogiendo del suelola ensangrentada mano, la arrojó violentamentea la cara del soldado, diciéndole: —¡Cobarde, que los dioses te castiguen y misangre manche tu rostro para siempre! La batalla había comenzado. Los soldados di-vididos en grupos avanzaron a una señal de San-tacruz por las veredas y trochas que conducían


Size: 1384px × 1806px
Photo credit: © The Reading Room / Alamy / Afripics
License: Licensed
Model Released: No

Keywords: ., bo, bookcentury1900, bookdecade1900, bookidlacapturadesoroc00anto