La captura de Sorocaima . odemos engañar, ambos sabemos que si nosatacan antes de lograr la acción conjunta detodas las tribus, estaremos irremediablementeperdidos, pues nosotros solos no podemos resistirla inhumana acometida de esos crueles no contestó, la asió suavemente porun brazo y echaron a andar llegando en pocosminutos a la cumbre de la colina. Frente a ellosestaban tres guerreros con sus arcos en la mano,alrededor de una pequeña fogata que ardía entrelas piedras. —¡Salud valientes!, —exclamó Conopoima alverlos—, ¿qué noticias podéis darme? Los centinelas se inclinaro


La captura de Sorocaima . odemos engañar, ambos sabemos que si nosatacan antes de lograr la acción conjunta detodas las tribus, estaremos irremediablementeperdidos, pues nosotros solos no podemos resistirla inhumana acometida de esos crueles no contestó, la asió suavemente porun brazo y echaron a andar llegando en pocosminutos a la cumbre de la colina. Frente a ellosestaban tres guerreros con sus arcos en la mano,alrededor de una pequeña fogata que ardía entrelas piedras. —¡Salud valientes!, —exclamó Conopoima alverlos—, ¿qué noticias podéis darme? Los centinelas se inclinaron respetuosamenteante él y uno de ellos respondió: —Nada extraño hemos observado. Hasta dondepodemos divisar todo parece estar en blancos no han asomado sus caras por estoscontornos. Sin embargo, esta tarde uno de losinformadores que tenemos en el pueblo de Ma-carao, adicto a nuestra causa, llegó hasta aquí ynos comunicó que anoche habíanse oído disparosa orillas del Guaire. — 46 —. Al oir aquello, el corazón de Mariara dió unvuelco y se le heló el cuerpo. —¿Habíase ocultado ya la luna cuando seoyeron los disparos?, preguntó Conopoima, pen-sando inmediatamente en Sorocaima. —Sí, nuestro aliado nos dijo que era más demedia noche —respondió el centinela—. Conopoima reflexionó un momento y dijo parasus adentros: —Es muy posible que hayan descubierto aSorocaima y los disparos fuesen dirigidos contraél, pues a esa hora debía estar llegando a Mariara regresó esa noche a su choza mástriste y apesadumbrada que nunca. En el fondode su alma sentía la pena de no haber encon-trado en Conopoima el apoyo inconsciente quebuscaba y por otra parte su temor se había acre-centado con las noticias suministradas por loscentinelas. Apenas entró en la choza avivó lasbrasas del fogón y en seguida se acostó silen-ciosamente sobre la estera, cerca de sus pequeñoshijos. Estos dormían plácidamente. Los contemplódurant


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