Colección de obras completas . IV UNA AUDIENCIA DEL ARZOBISPO DE COLONIA.—EL CARDE-NAL VON HARTMANN.—VIVAS NOSTALGIAS DE CASTILLA.—RETRATO DE SU EMINENCIA.—LA PASTORAL DEL DESASTRE.«DIOS ESTÁ CON » l cardenal arzobispo de Coloniase ha dignado concederme au-diencia. Von Hartmann es unode los más claros varones delImperio, un verdadero príncipeeclesiástico, docto, espiritual,enérgico, prudente, capaz de re-gir los altos destinos de su grey en estos tiempos tandifíciles para la Iglesia y para toda la Cristiandad. Susvirtudes intelectuales y morales, su fino instinto diplo-mático, su ge


Colección de obras completas . IV UNA AUDIENCIA DEL ARZOBISPO DE COLONIA.—EL CARDE-NAL VON HARTMANN.—VIVAS NOSTALGIAS DE CASTILLA.—RETRATO DE SU EMINENCIA.—LA PASTORAL DEL DESASTRE.«DIOS ESTÁ CON » l cardenal arzobispo de Coloniase ha dignado concederme au-diencia. Von Hartmann es unode los más claros varones delImperio, un verdadero príncipeeclesiástico, docto, espiritual,enérgico, prudente, capaz de re-gir los altos destinos de su grey en estos tiempos tandifíciles para la Iglesia y para toda la Cristiandad. Susvirtudes intelectuales y morales, su fino instinto diplo-mático, su generoso espíritu moderno, sus dotes depropaganda y de acción, le asemejan a aquel arzobispo 4 3. RICARDO LEON de Maguncia, von Ketteler, el apóstol de la organiza-ción católica y obrera en Alemania. Entrando en el palacio arzobispal experimento unadecepción semejante a la que sufrí en la casa del doctorErzberger cuando le visité en Berlín. Acostumbrado alas mansiones episcopales de España, a la pompa latinade los príncipes de la Iglesia, yo no concibo a un carde-nal sino en ricas y severas estancias medioevales, o enun edificio romano o plateresco, de ancho zaguán y trán-sitos umbrosos, donde la noble púrpura y el grueso ani-llo de zafiro brillan, entre manteos y sotanas, sobre elfondo monacal de un claustro, de un oratorio, de un vie-jo Este palacio nuevo y coquetón, lleno de luz yde conforte, sin misterios, sin penumbras, sin roce de há-bitos clericales, sin un ambiente estético y religioso, cua-draría mejor al burgomaestre que al arzobispo de Colo-nia. Dios me perdone la irreverencia, pero un hidalgo es-pañol, cristiano viejo y artista, no puede menos


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