La Mujer . rella. Para ser feliz no me faltanmás que siete horas de sueño cadanoche. —¿Qué le desvela á —Es largo de contar. Yo he te-nido muchas deudas, Rosita; mequitaba el sueño la imposibilidadde pagarlas; creo haber satisfechocuantas contraje; y á pesar de eso,no hay noche que no sienta juntoá mis oídos una voz que no cesade repetirme :^Tú debes y no pa-gas: aún debes y no pagas, Alfon-so.—Rosa, Rosa mía, dígnese ustedaceptar esta mano que Alfonso ledebe, para que pueda preguntarmañana á esa fantasma que mepersigue:—¿Qué debo ya? Rosa levantó aquí hacia Alfonsosus ojos hermosísimos,


La Mujer . rella. Para ser feliz no me faltanmás que siete horas de sueño cadanoche. —¿Qué le desvela á —Es largo de contar. Yo he te-nido muchas deudas, Rosita; mequitaba el sueño la imposibilidadde pagarlas; creo haber satisfechocuantas contraje; y á pesar de eso,no hay noche que no sienta juntoá mis oídos una voz que no cesade repetirme :^Tú debes y no pa-gas: aún debes y no pagas, Alfon-so.—Rosa, Rosa mía, dígnese ustedaceptar esta mano que Alfonso ledebe, para que pueda preguntarmañana á esa fantasma que mepersigue:—¿Qué debo ya? Rosa levantó aquí hacia Alfonsosus ojos hermosísimos, llenos de indecible ternura; y,acentuadas con singular y casi divina expresión, fluye-ron suavemente de sus rojos labios estás pocas palabras:Alfonso, ¿ha pagado Vd. lo que debe á Dios? Ah! murmuró después, y no acertaba á proferir pa-labra ninguna. En esto la campana de la iglesia dejó oír el últimotoque para la misa. Volvió Alfonso de su momentáneo trastorno, y dijo. á Rosa con acento agitado: Entremos, Rosa, entremos;guíeme Vd. A la misma hora, ocho días después, el velo de losdesposados envolvía en aquella iglesia la cabeza de Ro-sa y los hombros de su maestro. A la madrugada siguiente, incor-porada la novia en el lecho nup-cial, escuchaba con gozosa curio-sidad la plácida respiración de suesposo dormido. Percibió de repente como un dul-ce suspiro. Tras el suspiro se apagó la les-piración, y la tierna consorte se¿ turbó sin saber por qué. ¡Alfonso! dijo con voz amoro-sa y dormido no respondí respondió. El vehemente deseo de Alfonsoquedaba cumplido; pagada su últi-ma deuda, el sueño más feliz ña-bía cerrado sus párpados: el sueñode la eterna paz, recompensa deljusto. i Bienaventuradas las vijilias quetuvieron su término en tan envi-diable no murió por entónces:tenía madre que estaba enferma; falleció la hija á loácuatro meses, quince días después que la madre. Ha-bía sido Rosa


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