. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. ÍSS^£^S£S ^!ift!>^ Q^!JÍÍJ>Jy ^LWlJSg S^ €i®^^ ^í^^i®C> ^^S CAPÍTULO XXXI Por caridad. L viejo David hallábase en su cuarto re-pasando las notas de los últimos prés-tamos hechos, en los que se prometíapingües ganancias, y de los créditospróximos á vencer, en los que habíarealizado excelente negocio, cuando lesorprendieron los gritos de su hija, á la que suponía yaacostada y dormida. Era el judío el tipo acabado de los hombres de su raza. Debió ser hermoso en su juventud y aún conservaba re


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. ÍSS^£^S£S ^!ift!>^ Q^!JÍÍJ>Jy ^LWlJSg S^ €i®^^ ^í^^i®C> ^^S CAPÍTULO XXXI Por caridad. L viejo David hallábase en su cuarto re-pasando las notas de los últimos prés-tamos hechos, en los que se prometíapingües ganancias, y de los créditospróximos á vencer, en los que habíarealizado excelente negocio, cuando lesorprendieron los gritos de su hija, á la que suponía yaacostada y dormida. Era el judío el tipo acabado de los hombres de su raza. Debió ser hermoso en su juventud y aún conservaba restos de su belleza varonil en las correctas facciones, un tanto alteradas por la vejez, y ennoblecidas por luenga barba blanca. El peso de los años había encorvado su cuerpo gigan-tesco, y el temor, la codicia y la astucia habían tornadoen recelosa la antes dulce mirada de sus hundidos ojos. La desconfianza y el excepticismo reflejábanse en surostro. I8ABBL LA CATÓLICA 2á7 Y sin embargo David era bueno. Aparte de su amor desmedido al oro, que en los ne-gocios de interés hacíale egoísta y sin entrañas, en todalo demás era generoso y compasivo, fiel observador de


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