. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. anos de este palacio. —¡Pronto, llevadme á su prisión! — — No os detengáis. Salieron de la cámara y bajaron á los sótanos, queeran verdaderas prisiones. Acompañábales el mayordomo. —¿Dónde está el prisionero?—preguntó Paredes. —Aquí,—contestó el mayordomo, deteniéndose anteuna recia puerta. Era el calabozo más seguro. —Abrid. Obedeció el servidor, y el caballero y la mora precipi-táronse en el obscuro recinto. ISABEL L V CATÓLICA £97 Los dos lanzaron una exclamación de cólera. D. Carlos no e
. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. anos de este palacio. —¡Pronto, llevadme á su prisión! — — No os detengáis. Salieron de la cámara y bajaron á los sótanos, queeran verdaderas prisiones. Acompañábales el mayordomo. —¿Dónde está el prisionero?—preguntó Paredes. —Aquí,—contestó el mayordomo, deteniéndose anteuna recia puerta. Era el calabozo más seguro. —Abrid. Obedeció el servidor, y el caballero y la mora precipi-táronse en el obscuro recinto. ISABEL L V CATÓLICA £97 Los dos lanzaron una exclamación de cólera. D. Carlos no estaba allí. —Lo que yo temía,—dijo Zulima.— ¡Ha huido! —Pero 4por dónde? —En el plano hay señalado un calabozo con una sa-lida secreta; sin duda es este. Veámoslo. Sacó un papel del bolsillo y lo consultó. —Sí, este es,—agregó. Y como para demostrarlo, acercóse á un ángulo é hizojugar un oculto resorte. Uno de los sillares que formaban la pared giró, dejandoal descubierto una abertura. ¡Por allí había huido el prisionero!. CAPITULO XLII Desaparición
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