. Islas Baleares; por Pablo Piferrer y José Ma. Quadrado. necerse de haber planteado el•museo en este delicioso retiro, y de ser quien abre y muestrafranca y generosamente á los estudiosos de la antigüedad esetesoro, que en tal soledad, donde todo convida á meditación yal recogimiento, y con tal guía y huésped tiene mayor interésy estima. Más de cincuenta lápidas en caracteres griegos ó romanoscubren las paredes del vestíbulo. Debajo del pórtico que pre-cede á la escalera de las habitaciones, álzanse seis estatuas co-losales, y se ven algunos bustos con fragmentos no restauradosni colocados to


. Islas Baleares; por Pablo Piferrer y José Ma. Quadrado. necerse de haber planteado el•museo en este delicioso retiro, y de ser quien abre y muestrafranca y generosamente á los estudiosos de la antigüedad esetesoro, que en tal soledad, donde todo convida á meditación yal recogimiento, y con tal guía y huésped tiene mayor interésy estima. Más de cincuenta lápidas en caracteres griegos ó romanoscubren las paredes del vestíbulo. Debajo del pórtico que pre-cede á la escalera de las habitaciones, álzanse seis estatuas co-losales, y se ven algunos bustos con fragmentos no restauradosni colocados todavía. En el mismo vestíbulo se abre la saladonde está el verdadero museo. Colocadas en la fila inferior,sobre pedestales de mármoles y jaspes del país que descansanen el pavimento, hay más de veinte estatuas, diez y siete bus-tos, y otras piezas dignas de tal colección y sitio; doce estatuasmenores, varios bustos, testas, fragmentos y bajo-relieves for-man y ocupan filas superiores apoyándose en ménsulas también ISLAS BALEARES. Museo de R a x a 972 ISLAS BALEARES de mármol; y un pequeño aposento contiguo contiene gran número de dioses penates é idolillos de bronce de tamaños y figuras los más variados, amuletos, medallones, alguna lámpara,trozos de armaduras y utensilios, fragmentos y esculturas demármol, algunas de estas modernas, lucernas y urnas de barro,y algún vaso etrusco (i). En unos resplandecen la pureza y lagracia del cincel romano en la época del buen gusto, y tal vezun resto de las que, aun perdidas la simplicidad y el sentimiento, trascendieron en las obras del arte griego; en otros la deca-dencia latina selló aquellas formas y aquellos pliegues hijos dela convención y del más afectado artificio, no siempre cohones-tados por una ejecución delicada: mas el conjunto de tantosvenerables monumentos de aquella civilización remota y de aquelarte que tuvo por taller y teatro el mundo conquistado, la vistade los héroes en que la


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