América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . tirme que el camino, buenoen un principio, era luego execrable. A las siete comenzó la marcha. En un principio atravesamos el valle cubierto de verdurade un tono oscuro, húmeda, herbácea y frondosa, antes de embestir las pendientes del cerrode Viotá. Esta ascensión hubo de revelarme un género de paisaje enteramente nuevo. Por 644 AMÉRICA PINTORESCA primera vez penetramos en un bosque de encinas, que no tienen el menor parecido con lasde Europa, ni con las verdes de la región del Mediterráneo. Las


América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . tirme que el camino, buenoen un principio, era luego execrable. A las siete comenzó la marcha. En un principio atravesamos el valle cubierto de verdurade un tono oscuro, húmeda, herbácea y frondosa, antes de embestir las pendientes del cerrode Viotá. Esta ascensión hubo de revelarme un género de paisaje enteramente nuevo. Por 644 AMÉRICA PINTORESCA primera vez penetramos en un bosque de encinas, que no tienen el menor parecido con lasde Europa, ni con las verdes de la región del Mediterráneo. Las encinas de Colombia sonárboles gigantescos, de tronco rugoso, color leonado, acostillados y rectos como los ála-mos y coronados de un espléndido follaje parecido al laurel ó á la magnolia. El suelo, al-fombrado de hojarasca, aparecía cubierto de bellotas del tamaño de las nueces. Estas encinascorresponden á la especie llamada Queráis Humboldtii y reinan sin contraste en este bosquemonotipo. Ni un arbusto, ni una triste planta crecen á su sombra, cual si despidieran efluvios. La cocción del azúcar en Panche deletéreos. Pero me engaño; una extraña orquídea, un Calasetum y un helécho filiforme delgénero Acrostichnm son los únicos vegetales bastante audaces para aventurarse bajo aquellasombra nefasta. La luz apenas se filtraba á través del opaco follaje. Reinaba en el bosque so-lemne silencio, apenas interrumpido por el paso de nuestras muías sobre la hojarasca. Nos-otros también andábamos silenciosos por instinto. Nunca más desde entonces he vuelto áexperimentar una sensación tan extraña. La altura del bosque era de mil setecientos setenta y cuatro metros, exactamente la mis-ma en que crecen algunos árboles de esta especie que habia visto ya en Fusagasugá. A medio dia franqueábamos el Alto de Viotá, situado á mil novecientos treinta y un metros,no sin sufrir varios percances. Durante la travesía del bosque conservamos el orden más per-f


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