La Mujer . ... —Ulrico, ten misericordiade mí? —Pero si ya la tengo,amada mía, ya la tengo. Yé?somos inmensamente ricos;no tenemos Hemosfirmado un contrato que nosune por toda la vida; hemosjurado felicidad eterna anteel ministro de nuestra reli-gión; pero, ¿hay fuerza bas-tante que pueda continuaruniendo dos voluntades quese rechazan? ¿Cabe la luzen la sombra? El universo,con serlo, dejará de ñotaren el espacio é iría á pnrará los abismos insondables,si el mínimo punto de atrac-ción le faltase. Tú has fal-tado á tus juramentos. Hasroto los lazos que nos imí lógico entónces que c


La Mujer . ... —Ulrico, ten misericordiade mí? —Pero si ya la tengo,amada mía, ya la tengo. Yé?somos inmensamente ricos;no tenemos Hemosfirmado un contrato que nosune por toda la vida; hemosjurado felicidad eterna anteel ministro de nuestra reli-gión; pero, ¿hay fuerza bas-tante que pueda continuaruniendo dos voluntades quese rechazan? ¿Cabe la luzen la sombra? El universo,con serlo, dejará de ñotaren el espacio é iría á pnrará los abismos insondables,si el mínimo punto de atrac-ción le faltase. Tú has fal-tado á tus juramentos. Hasroto los lazos que nos imí lógico entónces que cai-gamos en el abismo denuestra —Oh, nó, Ulrico, nó!—gritó Lesinia en elcolmo de la desesperación.—¡Yo te amo, teamo con toda mi alma!. .. Ese lenguaje fasci-nador me atraía! ... —Señora, me veré precisado á recordar áusted la promesa que ha hecho á otro hombre!O piensa usted faltar á ella como ha faltado álos juramentos hechos ante el ministro deDios?. —Ulrico, yo soy pura! —Pura! Escuche usted, la lectura dtí su úl-tima —No, Ulrico, por la memoria de tu santamadre te lo pido. No es el hombre quien haestraviado mi ser. Una fuerza misteriosa meha dominado al leer esas cartas. Si, lo con-fieso:—le prometí que iríacon él: ; te lo juro,Ulrico, fjor el inmenso amorque te profeso! Ese hom-bre no hubiese profanado átu —«No puedo más»... leescribías. —Sí...; no puedo mascon la existencia!... El re-mordimiento me consume. ..No sé lo que hé hecho,Ulrico!... El alma que haescrito esas cartas deljía serla tuva y no la de ese hom-bre!. ^ Ulrico contempló silen-cioso á Lesinia por un mo-mento para preguntarle conecos de esjieranza: —Y si lo fuera, Lesinia?...^ —Oh, si lo fuera, Ulrico,yo sería /« mujer más felizde la tierral \ —¿Si yo, comprendiendola primera impresión queaquel hombre hizo en tus[sentidos, hubiera sido quiénfingiese esas cartas?.. .—Dios mió!... Dios


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